13 habitaciones propias, otra vez. Texto de Liliana Blum

escribir a mano con pluma fuente estilográfica

Hay personas que se oponen vehementemente a que existan encuentros de escritoras, mesas de escritoras, o premios exclusivos para escritoras, diciendo que no existe discriminación en contra de las mujeres en el medio literario actual, y que este tipo de eventos son más bien excusas de artistas mediocres que no tienen otra forma de sobresalir. Hay quien opina, además, que no existe tal cosa como una escritura femenina, que no hay diferencias reales entre los textos escritos por hombres y mujeres. Si bien eso es un tema que valdría la pena debatir a profundidad, lo cierto es que la narrativa escrita por mujeres ha sido desatendida tanto por las editoriales como por los críticos y, por ende, por los lectores. A pesar de que hay una cantidad importante de mujeres talentosas escribiendo hoy en día en todo el mundo, están poco representadas en los resultados de los premios literarios más prestigiosos y, en general, en la mayoría de los ámbitos literarios.

Los encuentros de escritoras no serían necesarios en un mundo ideal. Lamentablemente no vivimos en un mundo así. A pesar de los numerosos avances, nos queda un camino considerable por delante. Por eso me parece una excelente iniciativa el que exista algo como «13 habitaciones propias» y que se vuelva a repetir este año. Tuve oportunidad de ser invitada durante 2017 a este evento: el haber tenido mi propia habitación (y su respectiva ventanita en el lindo póster) y la oportunidad de convivir con mis compañeras (Selva Almada, María Auxiliadora Álvarez, Coral Bracho, Sara Uribe, Mariana Orantes, Fernanda Melchor, Mercedes Luna, Zel Cabrera y Verónica Gerber), no solo fue divertido, sino enriquecedor. Había escritoras a quienes solo conocía de nombre, pero no había tenido la oportunidad de leerlas y en el encuentro pude escucharlas leyendo de viva voz sus propias obras. También había escritoras de quienes no había escuchado hablar jamás y al conocerlas me quedé maravillada. Es por lo anterior que en este tipo de encuentros una termina saliendo más rica que antes de asistir: rica en amigas, rica en lecturas, en afinar el oído a géneros y textos diferentes.
Por si fuera poco, el público de Culiacán y Mazatlán, al igual que los organizadores, fue cálido, generoso y en extremo amable. Mi experiencia en «13 habitaciones propias» será siempre un gratísimo recuerdo. No dejen de asistir este año: solo puede ser mejor. •

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