Sebastián Medina entrevista a Elisa Díaz Castelo

Sebastián Medina

Quería conocer muchas cosas sobre su vida y su poesía, todos los días anotaba en mi libreta preguntas y frases que me parecían relevantes. En Principia (Tierra Adentro, 2018) subrayé numerosos versos y lo llené de post its. Incluso ensayé frente al espejo en repetidas ocasiones, pues sería mi primera vez como entrevistador.

Ciertamente estaba ansioso: empecé a descartar, a reescribir, además debía preparar algún texto para llevar al taller que la poeta impartiría. Eran dos cosas: las preguntas y un poema.

Pienso que las preguntas corrieron con mejor suerte.

Entonces llegó a Culiacán, no tuve el valor de pedirle la entrevista hasta días después cuando nos vimos en la Sajo. Debo decir que me conmovió su amabilidad, que al inicio parece ser un acto de buena fe, pero en breve te das cuenta que es su estado permanente. Aceptó.

Elisa no pasa desapercibida en ningún momento, es brillante, mientras enuncia sus pensamientos una sonrisa divide la realidad entre intuiciones reflexivas, como naturaleza de una perspectiva profunda del entorno que nos describe, menciona y establece. Más que estar de acuerdo con sus respuestas, era quedar asombrado por cada una de ellas.

Existe una relación apasionante entre su memoria y su tacto, ese escondite de primeros versos que aguardaron el instante perfecto para aflorar con nitidez, es la prueba de que la espera es un instrumento de precisión y que los secretos reposan en los sentidos.  

Una pregunta llevó a otra, y es que hablar de poesía es un sinfín de cuestiones, puesto que puede ser vista como una respuesta indefinida; no así en Elisa, voz de una dimensión que ramifica lo personal en un paralelo dulce e inmenso.

Cuando te seduce la palabra ajena no se escatima el tiempo. Se desea recordarlo todo. 

¿Cómo influye en ti, y qué tanto aporta en tu escritura, que hoy en día se publique con mayor frecuencia a escritoras en diversos géneros literarios?

Me siento muy afortunada de haber empezado a publicar justo en una época en la que el mundo editorial y el de los lectores de poesía están más abiertos a voces nuevas y distintas. Si antes el arquetipo del poeta era un hombre barbón, blanco, heterosexual, ahora hay una mayor apertura a diferentes voces y me alegra haber llegado a la poesía en un momento en el que se les da un lugar a voces heterogéneas que, al haber sido silenciadas durante tanto tiempo, tienen mucho que decir y formas novedosas y urgentes de hacerlo. 

Pienso, por ejemplo, en la poesía de Ocean Vuong y de otras voces como la suya en Estados Unidos, que problematizan y traen a primer plano temas de la poesía gay, de la discriminación por razones de preferencia de género y raciales. Está muy bien que estas voces distintas estén tomando su lugar en el mundo de las publicaciones.

¿Consideras que ahora la literatura es más amplia y diversa?

Definitivamente siento que es más diversa, y creo que esto es posible porque las editoriales, en especial las independientes, están más abiertas a publicar otro tipo de voces.

Cuando un(a) poeta nace en un espacio geográfico, es probable que este lo(a) determine. Tú que has vivido en diferentes ciudades, ¿qué piensas al respecto?

Pues sí, estoy segura de que mi biografía ha afectado y determinado en buena medida mi voz como poeta. Varios de mis poemas están inspirados en eventos que realmente me sucedieron y salen a primer plano tanto estas circunstancias como lugares geográficos muy determinados. Por ejemplo, una vez le comenté a una chica que acababa de conocer que yo había vivido en Querétaro y ella me respondió que ya lo sabía. Sorprendida, le pregunté “¿cómo sabías que viví en Querétaro?” Resulta que ella había leído mi libro y, puesto que hago un par de referencias a esa ciudad, había colegido que viví ahí. Me pareció muy curioso que mi biografía, sin quererlo, había aflorado en mis poemas.

Sin embargo, incluso poemas que no necesariamente son biográficos, que quizás se escriben desde las voces de personajes históricos o imaginarios, emergen las experiencias vitales del poeta. Creo que esto es inevitable. Por ejemplo, en varios poemas que he escrito hay referencias al desierto. Viví en Tucson de niña y supongo que uno tiene una especie de memoria corporal y que esta aflora en los poemas que escribo, aunque no sean propiamente autobiográficos.

Mencionaste la voz. A muchos(as) escritores(as) que van iniciando se les dificulta encontrarla, y entonces imitan o cambian con frecuencia de tono. ¿En qué momento se descubre la voz propia?

A mí me ayudó comenzar a escribir poemas en secreto, sin mostrárselos a nadie y sin pensar que eran poemas escritos para el público. Escribía solo para mí, en la intimidad, y creo que en esa despreocupación por la posible recepción del poema me dio permiso de experimentar desde lo lúdico y fraguar una voz particular y personal. No me preocupaba comunicarme, ser clara o aliarme a cierta tradición porque lo que escribía no iba a ser leído por nadie salvo por mí. Durante más de 10 años escribí sin mostrarle nada a nadie y eso me ayudó a delimitar mi voz y a darle una personalidad propia.

¿Cuándo iniciaste a mostrar tus textos?

Después de terminar la universidad. Aunque pueda sonar contraintuitivo, estudiar literatura inhibió mi escritura. Cuando estás en contacto con grandes poetas es difícil creer que una misma tiene cosas que aportar. En realidad, durante este tiempo escribí menos que durante la adolescencia. Hasta que me gradué empecé a tomar más en serio la escritura y a mostrar mis poemas en un taller con María Baranda.

¿Cuál es tu opinión acerca de los talleres literarios?

En mi experiencia, ayuda un montón exponerse a poéticas y puntos de vista totalmente ajenos al propio. Claro, hay que encontrar el punto medio entre ser receptivo a los comentarios de los compañeros y respetar la propia búsqueda poética. Se trata de un equilibrio delicado y lograrlo también es un aprendizaje. Sí creo que mi propio trabajo ha mejorado desde que lo he ido socializando, enseñándoselo a otras personas y tomando en cuenta sus comentarios.

Pienso que un buen tallerista sabe moderar los comentarios del grupo y los propios, porque cuando se dicen opiniones acerca del texto que lleva un(a) participante puede que se desanime y cohíba un poco. Quizás debe existir un cierto tipo de tacto al momento de la corrección. Claro, al final es una crítica para mejorar, pero hay que ir poco a poco.

Sí, siento que es delicado. Hay que ser bien cuidadoso en los talleres de poesía, pues, si bien no necesariamente toda poesía es autobiográfica, sí se trata de un género que, al menos a partir del Romanticismo, suele ser muy íntimo y puede colocar al escritor en un sitio vulnerable. Ser demasiado tosco puede llevar a que una persona entre en un bloqueo largo.

¿Consideras que detrás de cada texto existe una intención, un actuar o un impulso?

Al inicio del proceso de escribir un poema es posible que la poeta misma no tenga una intención clara. Esta muchas veces se cristaliza conforme una trabaja en las siguientes versiones y se trata de un elemento importante en la escritura, al menos en la mía. Funciona como una especie de centro gravitatorio que le da orden y ritmo al poema. He notado que poemas míos que no tienen una intención clara peligran con zozobrar y colapsarse o con convertirse en meros divertimentos, lo cual tampoco está mal, pero no es necesariamente lo que yo busco al escribir. La intención no siempre tiene que ser lógica o lineal, puede estar atravesada por una atmósfera onírica, surreal, siniestra.  

Al paso de los años las cosas cambian, asimismo la poesía, pero, ¿actualmente qué prevalece?

Es una pregunta difícil, pues justo en este momento existe mucha variedad. Eso es lo que me gusta de la poesía actual: hay diferentes tonos, intereses, estéticas, me costaría trabajo decir que alguna de ellas prevalece sobre las otras.

Si contextualizamos un poquito, ¿existe una tradición poética en México, en el norte, en el sur?

Creo que son muchas tradiciones y que, por suerte, también se están redescubriendo otras ramas de ese árbol genealógico literario que tal vez estaban oscurecidas por la fuerza del papel que tenían algunas figuras centrales, del tipo de Octavio Paz. En los últimos años, otras voces de esa época que se habían invisibilizado, muchas de ellas femeninas, se están rescatando.

No me ha tocado leer un poema que mencione en algún verso algo como “entonces recibí su whap o “tomé el celular para escribirle por face”. ¿Cómo afecta tu lenguaje como escritora y lectora los conceptos modernos, palabras cómo WhatsApp, Seen, Facebook, tweet, las redes sociales?

Me parecen importantes estos conceptos, ya que se están volviendo un elemento tan central de la cotidianidad. Creo que eso es el futuro de la poesía. Se van a ir integrando, al igual que sucedió con palabras como teléfono, automóvil o computadora. Probablemente, en un inicio los poetas sentían que era forzado incluirlas en sus poemas y, sin embargo, hoy en día alguien menciona un teléfono y nadie se inmuta en lo más mínimo. Lo mismo va a pasar con las referencias a redes sociales o términos digitales y eso está bien. La poesía, como todo dispositivo lingüístico, está siempre cambiando y adaptándose y es receptiva a todo. Me parece que es parte de la naturaleza de la poesía (posterior al Romanticismo) buscar siempre la vanguardia e integrar discursos que aparentemente no son poéticos o literarios en sí.

La poesía es un género sumamente versátil que muchas veces busca romper con la estructura establecida del lenguaje. No uso mucho las redes sociales, solo tengo Facebook, pero en unos poemas que estoy escribiendo ahorita, de repente sí sale Wikipedia y cosas así porque, finalmente, son parte de mi vida y me parece natural integrarlo también al lenguaje que utilizo en los poemas.

¿Tú percepción como poeta cambia al hablar y escribir en dos idiomas (inglés y español)?

El bilingüismo ha sido muy importante en mi formación como poeta. Yo comencé a escribir poemas en inglés cuando vivía en Querétaro, el inglés fungía como una especie de lenguaje secreto que podía ser solo mío, casi como escribir en código. Después de más de una década de escribir en inglés, decidí cambiar al español, mi lengua materna. 

El bilingüismo me hizo darme cuenta de algunas características del lenguaje que son importantes al momento de escribir poesía. Desde muy pequeña supe que un solo significado podía tener dos palabras distintas que lo designara: apple y manzana, por ejemplo. Esto me volvió consciente de la contraparte material del lenguaje y de que las palabras no son las cosas que designan. Creo que ambas experiencias son centrales para escribir poesía.

Al momento de traducir un poema en español al idioma inglés, ¿el resultado es un poema totalmente nuevo?

Sí, claro, el poema muta al pasar a otra lengua. Todavía mantiene rasgos de la especie anterior pero se convierte, simultáneamente, en un espécimen del todo nuevo. La poesía no solo trata de representar algo utilizando el lenguaje, sino que reflexiona sobre el lenguaje mismo. Por lo tanto, es inevitable que, al cambiar el lenguaje, el poema, sus cimientos y premisas, se transformen.

George Steiner decía que leer es traducir, y de cierta forma nos llevamos traduciendo la mayor parte del tiempo cuando escribimos lo que sentimos, la emoción, lo que pensamos. ¿Traducir es como ser otra parte del poeta?

Leer es traducir, hablar es traducir, utilizar el lenguaje ya es una traducción, como dices, de la emoción, que no necesariamente funciona en torno a la estructura rígida del lenguaje. Hablar es darle una forma a la emoción, una forma que la emoción no necesariamente tiene de forma inherente, entonces ya hay, desde ahí, una primera traducción. Creo que verme expuesta a dos lenguajes me hizo darme cuenta de eso desde chica.

Una traductora que admiro mucho, Paula Abramo, suele decir que los traductores son como actores: un actor no deja de ser quien es cuando interpreta un papel, pero participa de otra identidad sin perder la propia. Eso es traducir: ponerte en la voz de alguien más sin perder la voz propia. Antes se decía mucho: “Ah, el traductor debe de ser invisible”, pero no, está bien tener una voz, una identidad, y aceptar que es inevitable traducir desde esa identidad. Cuando sucede, se realiza una especie de alquimia y el nuevo producto es un poema distinto, algo nuevo, transformado.  

Para que un poema siga vivo en otra lengua el traductor debe ser muy bueno, ¿no?

Sí, definitivamente. Es una labor muy difícil. A veces uno tiene que aceptar que hay cosas que son imposibles de traducir.

Entonces, ¿para ti existen poemas que son intraducibles?

Sí, bueno, quizás todos los poemas son intraducibles, pero pueden ser reescritos desde otra lengua.

Recuerdo que hace poco estaba leyendo un poema de Elizabeth Bishop, y tenía como cinco versiones en español.

¿No era “The art of losing”, “El arte de perder”?

Exacto, ese mero. Versión uno y lo leía, versión dos y lo leía de nuevo, versión tres… Cada poema era otro poema, otro diferente al primero y segundo, luego una cuarta versión y una quinta, y me decía “caray, más de tres traducciones para un poema”. Y, pues, bueno, como venimos diciendo, una cosa es en español y otra en inglés, pero yo sí me asombré de las tantas versiones que salieron en español de un solo poema en inglés.

¡Sí, qué impresión! Es que también ese poema tiene algunas cuestiones estilísticas que lo vuelven más complejo, pues sigue la forma de un villanelle, que es bien rigurosa. Entonces el traductor tiene que debatirse entre tratar de reproducir en su lengua la misma forma fija, o bien, liberarse de ello y más bien enfocarse en el significado. Entonces, me imagino que es un poema que tiene muchísimas versiones.

Por último, sobre “Escoliosis” en Principia. Mencionaste que querías que ese fuera el que abriera el libro para determinar el tono de los demás poemas. ¿Nos podrías hablar un poco sobre el lenguaje poético para describir la ciencia?

El propósito de “Escoliosis” era reapropiarme de algunas fórmulas y conceptos científicos desde lo poético y lo íntimo. Decidí abrir con “Escoliosis” porque ese poema daba el tono que yo quería lograr: se refiere a una condición médica, a una desviación de la columna vertebral, desde un tono muy personal. De hecho, es uno de los poemas más íntimos del libro. También decidí empezar con él porque en PrincipiaMathematica, de Isaac Newton, que finalmente es la referencia principal de mi libro, hay una serie de escolios. Los escolios son notas al pie de tratados matemáticos o científicos. Justamente Escoliosis es una especie de guiño a los escolios de la Principia Mathematica, porque en esa obra fundacional de la física moderna muchas de las ideas principales aparecen en las notas al pie.

Es curioso cómo un verso resalta sobre el resto y leer se vuelve mirarse en un espejo: me sucedió en “Disertación sobre el origen de la vista”.

Qué lindo, gracias. Es otro poema bastante íntimo. Y, sin embargo, también estoy reflexionando o haciendo una referencia al origen de los ojos y de la vista. Me parece fascinante pensar que todos los sentidos originalmente fueron una forma del tacto y evolucionaron, volviéndose más específicos, hasta que su origen táctil se volvió del todo irreconocible.

Fichas de los autores

Elisa Díaz Castelo (Ciudad de México, 1986). Ganadora del Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2020 por El reino de lo no lineal; del Premio Nacional de Poesía Alonso Vidal 2017 por Principia y del Premio Bellas Artes de Traducción Literaria 2019 por Cielo nocturno con heridas de fuego, de Ocean Vuong. Con el apoyo de las becas Fulbright-COMEXUS y Goldwater, cursó una maestría en Creative Writing (Poetry) en la Universidad de Nueva York (2013-2015). Ganó primer lugar en el premio Poetry International del 2016, el segundo lugar del premio Literal Latté 2015 y quedó entre los semifinalistas del premio Tupelo Quarterly 2016. Poemas suyos aparecen en Letras Libres, Hispamérica, La Revista de la Universidad, Tierra Adentro, Este País y Periódico de Poesía, entre otras, han sido incluidos en la  antología de poetas jóvenes españoles y mexicanos Fuego de dos fraguas, en la antología Voces Nuevas 2017 de la Editorial Torremozas y en la antología Liberoamérica (España). Ha sido becaria del programa Jóvenes Creadores del FONCA en los periodos 2015-2016, 2018-2019 y de la Fundación Para las Letras Mexicanas (2016-2017, 2017-2018). En 2018 fue seleccionada como una de las dos poetas jóvenes de América Latina invitadas al Festival Internacional de Poesía que se celebra en Trois Rivières.

Sebastián Medina Morales (Culiacán, Sinaloa). Estudió Ingeniería Industrial en el Instituto Tecnológico de Culiacán. Ha participado en diversos talleres de escritura creativa y poesía. También ha formado parte del comité organizador de encuentros literarios nacionales e internacionales. Actualmente participa en el taller de poesía “Las inmensas minorías” del ISIC, coordinado por el poeta Francisco Meza.

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