[Léase la entrevista con El Niño Perdido de fondo]
Valentín es el nombre del autor de Lengua de Tierra, una conjugación que vibra por sí sola. El poemario de Valentín hace un homenaje honesto a la tierra culichi que lo vio nacer, crecer y migrar, por ello, desde la distancia, logra rescatar las historias comunes, los personajes, la familia, el folclor, la identidad y, ante todo, la resistencia de los culichis frente a las crisis de violencia que nos han atravesado a lo largo del tiempo.
Además, el escritor nos confirma que la música de tambora y los corridos se nos pegan y atraviesan el cuerpo hasta llegar al corazón para que se hinche y suene macizo, como él dice.
¿Qué encontramos, o más bien, qué escuchamos en Lengua de Tierra? Es un libro concebido para reconciliarme con mis raíces. Nací acá en Culiacán, viví hasta casi mis 20 años, salí en busca de mejores oportunidades como muchas personas; buscando mejores estudios en un ambiente más sano para crecer, tuve que desprenderme de muchas cosas, no sólo de mi familia, también de cosas muy lindas que hay por acá: a la gente culichi la presumo en todas partes a donde voy, siempre digo que son las personas más generosas que he conocido en mi vida, te tratan como si fueras familia.
Por eso quise escribir este libro. Actualmente ya no se escriben corridos con temas civiles, los corridos están acaparados por la narcocultura, pero en realidad es una tradición que viene desde el romancero español, estamos hablando de más de 700 años; antes, los corridos eran sobre la Revolución, sobre héroes populares, no como los conocemos hoy en día. En ese sentido, quise volver a las raíces de esta tierra, que están en su gente, en la organización familiar y de la sociedad.
Aquí el peso de la familia es muy importante, por eso dedico el libro a mi madre. Van a encontrar mi historia, pero como un culichi más, no como Valentín en particular, sino como alguien que tiene arraigo a la familia, a los amigos, a algunos lugares y personajes típicos. Van a encontrar la historia de los grupos étnicos, documentada en universidades en Estados Unidos, y con base en esa documentación, hago una historia entre ficción y documental. También van a encontrar algunas canciones escritas a la manera de los boleros, con estos temas sentimentales que me unen a la tierra como el sentido de comunidad que hay en Culiacán y que no encontré en Ciudad de México, ni en Guanajuato.
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El proceso. Empecé a escribir el libro en pandemia, en marzo de 2021, acababan de imponerse las medidas de restricción, estaba en Puebla porque había conseguido un trabajo allá. Vivía en un cuarto yo solo y, de repente sin poder salir, me sentí muy aislado, fue cuando se me ocurrió reconectar con mi tierra. Tenía esa sensación de que el mundo se pausaba y yo tenía chance de mirar atrás y ver la persona que había sido y lo que había dejado.
Tengo una historia bien particular: de entrada, físicamente, no tengo los rasgos típicos de un culichi; fui educado por una madre soltera en un contexto en el que fui como el protegido, donde todos los primos sí tenían a su mamá y a su papá; el único que estudió en un colegio privado, católico; mi sexualidad me llevó a tener una expresión y una manera de ser distinta en la que se me separó de ciertas dinámicas que veía en los vecinos, con mis tíos, como que siempre fui el que está aparte, y creo que eso fue lo que me hizo empezar a escribir este libro, de algún modo reconciliarme con esa parte que es la identidad culichi.
En el poemario utilizas palabras que se pueden calificar como soeces, altisonantes o “malas palabras”, pero en su conjunto se escucha un tono dulce y encantador ¿cómo logras eso? Creo que las palabras altisonantes tienen una función muy importante, que es hablar desde un espíritu muy libre y desentendido según las normas sociales, y ése es el espíritu que quiero para mi libro.
Aprendí de los culichis que a veces la ley, las normas no aplican para todos por igual, en especial para quienes viven realmente luchando por un lugar en sociedad, o para las personas marginadas, que es como más me identifico.
El núcleo parte de eso, siempre de la gente de abajo, de la gente que vive un poco sin el permiso de “las buenas conciencias”. Por ejemplo, mi mamá, es madre soltera, es una mujer que no siguió los prejuicios de la sociedad que le decía que se casara. En mi caso, soy un hombre que no se identifica con el rol que le asignaron como el protector, el fuerte; yo soy vulnerable, sensible y quiero poder reclamar esa vulnerabilidad a través del lenguaje que está mal visto, porque me interesa que lo mal visto se recontextualice.
Además, me interesa acercarme a la gente cotidiana, como a los camioneros, a la gente del mercadito, de las rancherías, a quienes representan el origen del Culiacán que me gusta.
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También aprendí que el espíritu de las personas culichis radica en que reconocen que no tienen a nadie en el mundo más que al que está al lado, que puede ser su familia, su vecino, la persona que encuentras en la fila de las tortillas, en el entorno inmediato; si no tienes la protección del Estado, te quedas con la comunidad, esa es mi teoría. No es como en la Ciudad de México, que hay instituciones muy fuertes, hay un reglamento al que todos se constriñen, no como aquí, que la regla es tu relación con el otro, eso puede ser bueno o malo. Por otra parte, también creo que el peso del qué dirán está muy arraigado, porque sí importa el que está al lado y lo que piensa de ti.
Así que intento de alguna manera hacerle un homenaje a esa parte, a esa organización de la sociedad que es tan dependiente, no es como un rebaño de gente que se mueve, sino de individuos que se relacionan de uno a uno, hay una intimidad que quise recobrar.
El poemario no se lee, sino que se canta, se escucha con tambora, ¿cómo se logra? La manera de cantar es distinta a la manera de hablar. Cuando tú cantas, pones el acento en donde se escucha mejor, es un juego con las vocales fuertes para que se escuche mejor al cantar. El libro fue escrito para cantarse.
La estructura. Soy un estudiante y siempre estoy ensayando con los versos, me agrada que el verso es una estructura lo suficientemente flexible como para tolerar la rima, pero también es posible una variación.
Los personajes. Me hubiera encantado tener chance de entrevistar a los personajes, a don cachito, a las madres buscadoras y a otras personas que aparecen, pero estaba en Ciudad de México. Lo que hice fue una investigación documental, por eso fue con personajes de los que ya se han hablado, que hay entrevistas que se han publicado en medios de comunicación, entrevistas en YouTube, personajes típicos de los que ya se conoce su historia. Algunos otros son personajes de mi infancia, esos los trabajé desde el recuerdo, como la peluquera o el vendedor de periódico que para mi son muy significativos de lo que es Culiacán, yo los recuerdo por mi infancia y juventud, marcaron mucho, me demostraron que hay otra cara de Culiacán, la cara civil que no se celebra tanto y es muy importante en estos tiempos que se recuerde.
En el poemario evocas temas como: familia, personajes, culichis, identidad, folclor, historia, ¿qué agregarías? La Resistencia.
Implicaciones del libro. Creo que vivimos en tiempos donde se puede caer en un miedo paralizante, pero yo tuve la fortuna de escribir este libro fuera de Culiacán, en un ambiente seguro para mí, lo escribí como un secreto, como algo que no tiene porque llegar a oídos de nadie malintencionado. Lo escribí pensando en que la comunidad me protege. No soy un polemista, no soy reaccionario, sólo soy un hombre al que le gusta la música de tambora, que ama a su familia y que ha aprendido que puedes hablar de todo siempre y cuando seas respetuoso.
¿Qué tanto escuchaste para escribir el poemario? Me fui a los inicios de la música de banda, la que no tenía letra, la de viento, que al escucharla resalta el espíritu culichi, el de la gente que no tiene miedo y que la vida le ha enseñado a decir las cosas de frente, como son; que sabe que puede contar con sus compas, con su familia.
Creo que con la música uno se desahoga, como para alguien que tiene mucho adentro y no sabe cómo expresarlo, entonces retumba la tuba, las trompetas, para que salga y suene macizo; es para que el corazón se te hinche y digas lo que sientas.
Libro disponible aquí
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Valentín Eduardo: es poeta oriundo de Culiacán, Sinaloa. Cursó la educación básica y media superior en el Colegio Guadalajara y el Instituto Comercial Nueva Galicia respectivamente. Participó en el taller de Teatro del Instituto Sinaloense de Cultura bajo la dirección del maestro Jorge Cázares. Estudió Letras Españolas en la Universidad de Guanajuato de 2014 a 2019. A la par de sus estudios universitarios, participó en congresos de estudiantes y encuentros de escritores jóvenes en diferentes estados de la República. En 2016 organizó el IV Encuentro Nacional de Creación Literaria y Edición “Efrén Hernández”, en 2018 fue becario del festival Interfaz del ISSSTE en la categoría de poesía y coordinó el taller literario de revista Golfa en la ciudad de Guanajuato de 2018 a 2019. En 2020 publicó Día cero (Crisálida Ediciones) y La otra herencia de Borges (Universidad de Guanajuato). En 2023 obtuvo la beca “Jóvenes creadores” del Programa de Estímulos a la Creación y Desarrollo Artístico de Sinaloa por su proyecto Lengua de tierra, publicado en febrero de este año por Libro Objeto Editorial. Actualmente estudia la Maestría en Traducción del Colegio de México y quiere combinar sus estudios con un trabajo que le permita volver a escribir más adelante.
Rocío Elizabeth Reynaga Meza (Guadalajara, Jalisco, México, 1986). Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas por la Universidad Autónoma de Sinaloa y maestra en Educación por la misma institución; actualmente cursa el doctorado en Educación, también en la UAS. Presidenta de la fundación Gallina Pinta, Gallina Lee A. C. que tiene por objetivo contribuir a la construcción de paz en comunidades afectadas por la violencia en Culiacán, Sinaloa. Este 2025 realizó una estancia de investigación, en la Universidad del Valle, Cali, Colombia.
También, en 2017, realizó pasantía de investigación en la Universidad del Tolima, en Colombia; el mismo año participó en conversatorios y en actividades con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, durante el proceso de paz que se desarrolló en dicho país. De 2011 a 2015 trabajó como reportera en el periódico Debate, en la sección de Arte y Cultura. Durante 2007 fue voluntaria de la UNESCO en el proyecto “Conocer y proteger la naturaleza”, en París, Francia.
Ha impartido talleres literarios y ha sido profesora de español y literatura en educación básica, media superior y superior. Fue becaria del Programa a la Creación y Desarrollo Artístico Sinaloa en 2016 y 2022. Cuenta con publicaciones de crónica por el Instituto Sinaloense de Cultura y de poesía por Desliz ediciones.
El 11 de julio estaremos presentando Lengua de tierra en vivo por el Facebook del Centro de Literatura.


