Después de 20 años de leer libros de poemas, no deja la poesía de afilar los lindes críticos, si se me permite, con los que observo y estoy en el mundo. El diálogo entre hombres resulta connatural a la especie, sin embargo creo que es en el diálogo del hombre con el lenguaje donde se fundamenta la evolución y proyección del animal lingüístico que somos. Desde estas breves impresiones, inicio esta bitácora de lectura «Sobre poemas y tumbas», cuyo propósito no es otro más que traer a letra los retratos de esos viajes que se nombran poemas.
Watanabe, la voz que sube por la cascada
Francisco Meza
José Watanabe, poeta peruano de ascendencia japonesa, ha venido ganando en los últimos años, post-mortem, fama y reconocimiento más que merecido entre los lectores de mi generación. Hay un acento de juventud que se filtra e impregna en la médula de sus versos. Hay una mirada de adolescente descubriendo el mundo con un discurso fraguado desde la excelencia técnica. Esto es, pericia al momento de construir las atmósferas donde sus personas líricas habrán de cantar así como sentir sus dramas y contingencias. Recientemente, he venido cavilando que los poemas que mayor anclaje tienen en mi memoria son aquellos cuya estructura enunciativa o tratamiento contextual me arrojan una vista insólita de los espacios y tópicos comunes; construyendo en la inteligencia de la sensibilidad un nuevo rostro o rasgo.
Por ejemplo, en «El salmón rojo», Watanabe utiliza la anécdota de un marido regalándole una bata de seda con una figura de salmón rojo a su esposa para indagar en esa belleza del amor huraño que regularmente se vuelve hábito entre las parejas que han sobrevivido a la prueba del tiempo. Esta elegía, ya que el poema trae a luz la muerte de los padres desde su faceta de esposos, ilustra el arte poético en tanto construcción de escenas o cuadros dramáticos que desembocan en la generación de una imagen capitular de gran calado. La esposa viste la bata con el salmón impreso a la altura de su espalda, al momento la figura del salmón parece escalar la cabellera azulada de la mujer que imposibilitada a presenciar dicha escena comienza a llorar por el gesto y el presente del esposo: en sí, la figura del salmón rojo sube por la cascada de la cabellera de la mujer, pero ésta no puede presenciarla porque la imagen sucede a sus espaldas. Mientras que la enunciación del poema estuvo a cargo de una voz heterodiegética ─un narrador que estaba fuera de la historia y el tiempo, una suerte de voz téstigo─, Watanabe cambia la enunciación e irrumpe con un vocativo, exhortando a su padre a que le describa a su madre que un salmón rojo sube por su pelo para que ella deje de llorar.
Como se intuye, el poema nos brinda todo un cuadro dramático relatado por una voz testigo que al final irrumpe en el universo del texto, generando un giro en la lectura y percepción de los lectores; un efecto, diría, de gran maestría para acercar a la voz lírica que en todo momento se enunció como si estuviera fuera de la escena; esto es, trayéndola a la anécdota como si ésta hubiera estado espiando u observando furtivamente ese instante de intimidad.
Este breve poema es ejemplo de condensación poética; de ejecución magistral; como queriéndonos decir que lo ordinario guarda en sus entrañas la posibilidad del asombro. Después de él, pienso en salmones rojos remontando contra-corriente cabelleras azuladas. De modo que una nueva imagen para andar la vida se incorpora en la percepción. Este tipo de poemas me resultan memorables porque la imagen insólita que nos brindan termina también por proyectar el paisaje emocional de la idea que la origina.
De pronto, en ese ardor seco, una gentileza:
el esposo le obsequió a la esposa
una bata con un salmón rojo en la espalda.
La esposa, turbada por la inusual gracia,
vistió la prenda de seda
y el cielo estoico se rasgó por primera vez:
un rayo de luz iluminó al salmón
que parecía a gusto subir por la cascada
de los hermosísimos cabellos azulados de la esposa:
una bella imagen que ella, tan conmovida, no podía ver.
(Fragmento del poema «El salmón rojo»).
Ficha del autor
Francisco Meza. Poeta, ensayista y editor. Su libro más reciente es Cuaderno de las apariencias.