Itzel: el ciberespacio, la promesa y la muerte
Melissa Sánchez
La muerte de un amigo es el aviso de la muerte propia.
Enrique Olmos
Enrique Olmos nos comparte una obra con un flujo de lectura digerible, dinámico y constante, sin embargo, también existe una brega por parte del autor al narrar esta ficción “alterada por la realidad (y viceversa)”, que parte de una experiencia, y por su naturaleza arrastra dificultades sentimentales, pues las circunstancias plasmadas, en ocasiones, te frenan, meditas. Son cuarenta páginas construidas a manera de arquitecto, seis apartados y tres dimensiones: el ciberespacio, la promesa y la muerte.
Abre con “Advertencia al Osado”, donde el autor nos advierte un devenir que constantemente está danzando entre los parajes de la memoria y el preámbulo ficcional. En “Los primeros mensajes y correos”, dota de cuerpo y personalidad, eso que el autor anticipa como “la aproximación al mismo tiempo literaria y teatral”. Se detalla a Itzel como la utopía de la belleza que abarca todos los rubros. Asimismo, se hacen presentes una serie de correos electrónicos —el ciberespacio— donde el lector comienza a situarse entre cada protagonista y, probablemente, toma conciencia de que dicha dimensión es su día a día.
Si bien en el apartado anterior se detecta un lazo íntimo que se va formando, en “Las Cartas”dicho lazo se refuerza y la confianza comienza a tomar un semblante turbio por las revelaciones que ambos se comparten y se descubren. Cabe mencionar que existe una encomienda que funge como pretexto, en un primer momento, para permitir la comunicación entre los protagonistas, pero al transcurrir se trasluce, se hace más clara y visible, es una metáfora de cómo la enfermedad se personifica en teatro: “El test sobre la obra de teatro”.
“El beso imposible”es,probablemente, el apartado más áspero, pues el autor solo logra entregarnos esperanza… Revela cómo se transformó en un observador e investigador para recrear una realidad dificultosa de una manera fiel: el cáncer. Sin embargo, dicha esperanza se esfuma cuando Itzel le pide al dramaturgo concluir la obra, y así, abrirle paso a “El día que murió Itzel”.
Finalmente, Enrique nos provee una serie de introspecciones nostálgicas, desde un posible reencuentro, hasta la posibilidad de un amor que, entre líneas, siempre se quedó en la virtualidad (lo que pudo ser), o bien, hasta la entrega final, la fidelidad de una amistad cibernética. Una reflexión de cómo, a través de la tecnología y las redes sociales, ahora, se refuerzan lazos humanos y de que no se necesita del cuerpo o la materia para trascender.
Itzel. El beso imposible, es una obra presente, definitivamente un homenaje que representa las peripecias y sensibilidad del yo y el otro que se viven durante el cáncer. Es un libro meditativo, que viene de la luz y concluye en la oscuridad. Dos mechas se apagan, una de manera progresiva: Itzel; y otra súbita: el dramaturgo.