Cuatro poemas de Cristina de la Hoz

Fotografía| Lucía Leyva

La poesía de Ana Cristina de la Hoz es el manto que la cobija y nos cobija de las inevitables pérdidas que representa el vivir en el paso del tiempo. Estas pueden ser tangibles e intangibles como el viento que hace danzar las hojas de una palmera: el tronco sigue ahí, pero el resto del cuerpo oscila entre irse o quedarse. La duda es permanente como un bosque al que se entra sin tener para nada claro los caminos por los que habrá de transitarse; y, menos aún, si habrá de encontrarse la salida; pero, en realidad, creo que no importa si se encuentra o no, porque siempre las raíces, hojas y ramas de los árboles guardarán entre sus pliegues una pequeña brizna de sol capaz de iluminarlo todo. Esto significa hacer la huella y por igual borrarla, hasta que todo —el poema mismo— se vuelve tan esencial que solo respira como respira un pájaro sobrevolando el mar.

La partida

Serena
espero por la barca
al final del muelle

La barca
que sólo por mí
se detendrá

Viajarán conmigo
los cisnes de mi lago
que recelosos
querrán regresar a la orilla

Los tomaré en mis brazos:
Ya nos vamos, pequeños,
anden, que nos esperan
—les diré

También ha de irse
un recuerdo borroso
en el intento de explicar
quien fui

Y una duda:
¿de qué color será mi noche?

Despedida

Te voy vaciando, cuarto:
trituro papeles que no hablaron
y vigilo las telarañas;
de ser necesario, las extirpo,
de merecerlo las dejo, se lo han ganado

Sin firma de contrato me alojaste
y recibí una llave
que tarde o temprano alguien reclamará

Dormitorio de muros con ojos al mar
y a las abejas.
En ti lloré el desengaño de la rosa

Eres morada de quien fui y soy:
olor a hot cakes y miel de maple
pasto recién cortado
susurros de palomas

Te dejo
margaritas frescas en un jarrón
y las cortinas recién lavadas

Nunca en la lista

Un ramo de margaritas
acaso,
si un vestido de novia
hubiese tolerado

Ridículo disfraz
no conjurado
por la fotografía de boda de mis padres

Escena no escrita en la novela de mi vida

¿Aflicción por aquel primero de la comunión?
¿Repulsa al tocado y el velo?
¿Desperfecto genético?
¿acaso importa?

Puertas

Elimino al poema
Me mira con rencor
Su fastidio es habitual

Le pregunto
si moriré abrazada a la piedra de mis dudas
o encontraré la palabra que fecunde mi vientre.
Si saldré del árbol,
por la raíz o por los tallos.

Le explico:
Poema es puerta,

Las hay cuantiosas para abrir.

Pero también hay puertas ineludibles para avanzar en el sendero,
que disfrazan de muros pulidos, oscuros, impenetrables.
No quieren ser abiertas.

Estas puertas hay que extenuarlas
a puñetazos, a flores, a poemas.

 

 

La partida

Serena
espero por la barca
al final del muelle

La barca
que sólo por mí
se detendrá

Viajarán conmigo
los cisnes de mi lago
que recelosos
querrán regresar a la orilla

Los tomaré en mis brazos:
Ya nos vamos, pequeños,
anden, que nos esperan
—les diré

También ha de irse
un recuerdo borroso
en el intento de explicar
quien fui

Y una duda:
¿de qué color será mi noche?

Despedida

Te voy vaciando, cuarto:
trituro papeles que no hablaron
y vigilo las telarañas;
de ser necesario, las extirpo,
de merecerlo las dejo, se lo han ganado

Sin firma de contrato me alojaste
y recibí una llave
que tarde o temprano alguien reclamará

Dormitorio de muros con ojos al mar
y a las abejas.
En ti lloré el desengaño de la rosa

Eres morada de quien fui y soy:
olor a hot cakes y miel de maple
pasto recién cortado
susurros de palomas

Te dejo
margaritas frescas en un jarrón
y las cortinas recién lavadas

Nunca en la lista

Un ramo de margaritas
acaso,
si un vestido de novia
hubiese tolerado

Ridículo disfraz
no conjurado
por la fotografía de boda de mis padres

Escena no escrita en la novela de mi vida

¿Aflicción por aquel primero de la comunión?
¿Repulsa al tocado y el velo?
¿Desperfecto genético?
¿acaso importa?

Puertas

Elimino al poema
Me mira con rencor
Su fastidio es habitual

Le pregunto
si moriré abrazada a la piedra de mis dudas
o encontraré la palabra que fecunde mi vientre.
Si saldré del árbol,
por la raíz o por los tallos.

Le explico:
Poema es puerta,

Las hay cuantiosas para abrir.

Pero también hay puertas ineludibles para avanzar en el sendero,
que disfrazan de muros pulidos, oscuros, impenetrables.
No quieren ser abiertas.

Estas puertas hay que extenuarlas
a puñetazos, a flores, a poemas.

 

 

La partida

Serena
espero por la barca
al final del muelle

La barca
que sólo por mí
se detendrá

Viajarán conmigo
los cisnes de mi lago
que recelosos
querrán regresar a la orilla

Los tomaré en mis brazos:
Ya nos vamos, pequeños,
anden, que nos esperan
—les diré

También ha de irse
un recuerdo borroso
en el intento de explicar
quien fui

Y una duda:
¿de qué color será mi noche?

Despedida

Te voy vaciando, cuarto:
trituro papeles que no hablaron
y vigilo las telarañas;
de ser necesario, las extirpo,
de merecerlo las dejo, se lo han ganado

Sin firma de contrato me alojaste
y recibí una llave
que tarde o temprano alguien reclamará

Dormitorio de muros con ojos al mar
y a las abejas.
En ti lloré el desengaño de la rosa

Eres morada de quien fui y soy:
olor a hot cakes y miel de maple
pasto recién cortado
susurros de palomas

Te dejo
margaritas frescas en un jarrón
y las cortinas recién lavadas

Nunca en la lista

Un ramo de margaritas
acaso,
si un vestido de novia
hubiese tolerado

Ridículo disfraz
no conjurado
por la fotografía de boda de mis padres

Escena no escrita en la novela de mi vida

¿Aflicción por aquel primero de la comunión?
¿Repulsa al tocado y el velo?
¿Desperfecto genético?
¿acaso importa?

Puertas

Elimino al poema
Me mira con rencor
Su fastidio es habitual

Le pregunto
si moriré abrazada a la piedra de mis dudas
o encontraré la palabra que fecunde mi vientre.
Si saldré del árbol,
por la raíz o por los tallos.

Le explico:
Poema es puerta,

Las hay cuantiosas para abrir.

Pero también hay puertas ineludibles para avanzar en el sendero,
que disfrazan de muros pulidos, oscuros, impenetrables.
No quieren ser abiertas.

Estas puertas hay que extenuarlas
a puñetazos, a flores, a poemas.

Cristina de la Hoz

Maestra jubilada de la Universidad Autónoma de Baja California, radica en Ensenada. Actualmente es integrante del taller de poesía Poéticas de lo Cotidiano, coordinado por Ernestina Yépiz.
Fotografía| Lucía Leyva

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Fotografía| Lucía Leyva