13 Habitaciones Propias: Ave Barrera

Algunas notas sobre reescritura

Ave Barrera

Para César Gutiérrez

1. De pequeña, durante una temporada me dio por pedirle a mi madre que me contara todas las noches la historia de los 101 Dálmatas. Como a ella seguramente le habrá parecido aburridísimo repetir el mismo cuento una y otra vez, optó por ir cambiando la historia. Así, cada vez que la contaba le daba más importancia a uno de los personajes o se extendía en alguna de las aventuras de los perritos en su fuga. La estructura global era más o menos la misma, pero a veces mi madre se extendía describiendo a las personas que paseaban con su perro por el parque hasta que me quedaba dormida, otras veces apresuraba la trama para detallar las trampas de Cruella de Vil y sus secuaces en su afán de capturar a los perritos y convertirlos en abrigo, o cambiaba las formas en que la villana era derrotada: la policía podía capturarla o caía en el lago congelado y quedaba convertida en un bloque de hielo o acababa en el hospital con todos los huesos rotos luego de un aparatoso accidente automovilístico. La película de Disney se quedaba corta y sus imágenes pasaban a ser un mero pretexto para los delirantes pasajes a los que mi madre daba vida con sus palabras.

2. Escuchar, interpretar y reproducir una historia para un otro que la escucha, la interpreta y la reproduce, es el ciclo natural de la narración. El soporte puede cambiar, el lenguaje, el medio, los recursos. Las historias, como organismos vivos, se nutren y se transforman con el huésped que las adquiere y las transmite. Al final, la historia puede ser completamente distinta o puede conservar algunos rasgos: un lobo, un bosque, una capa roja. Entre la Odisea de Homero y el Ulises de Joyce sigue habiendo un hombre que se afana en volver a casa. Entre don Quijote y Emma Bovary prevalece la locura de quien pretende llevar la literatura a la práctica.

3. Cuando el primo de un amigo estaba empezando a escribir sus primeras historias se le ocurrió una idea: un libro de cuentos acerca de ciudades imaginarias. Por supuesto que su idea era brillante y genuina, ¡se le había ocurrido a él! No sabía que Italo Calvino había escrito Las ciudades invisibles. Cuando lo supo entendió que continuar con su proyecto tal como lo había imaginado sería pecar de ignorancia. Otro primo de mi amigo descubrió en sus mocedades El llano en llamas y le gustó tanto que se puso a escribir cuentos acerca de campesinos, vacas y maizales, y aunque sus palabras no eran copia exacta de las de Rulfo, los temas, los personajes, el lenguaje y el tratamiento literario carecían por completo de originalidad. ¿Qué nos queda cuando vemos que ya todo fue dicho, que ya todas las historias fueron contadas? Es verdad que no podemos ignorar la tradición literaria en que intentamos inscribirnos, pero sí podemos establecer un diálogo con ella, reinterpretarla a partir de nuestro tiempo y nuestra realidad o recrearla en un código distinto. A lo mejor, en una de esas hasta se nos ocurre algo nuevo.

4. En la antigüedad los humanos andaban cortos en papiro y el precio del pergamino era tan ridículo como el del nuevo iPhone, así que a veces no quedaba más remedio que reciclar. Borraban lo escrito y volvían a escribir sobre la huella de lo borrado. A esta sobreescritura se llama “palimpsesto”, imagen que utiliza Gerard Genette para desarrollar su teoría sobre la transtextualidad[1], es decir, los tipos de relación que un texto puede tener con otros textos. Genette enumera cinco. Los primeros tres, aunque tienen un nombre muy rimbombante, en la práctica son bien conocidos por todo el mundo: la architexualidad es la relación entre textos que corresponden a un mismo género o subgénero, por ejemplo la relación que tiene El Quijote con los textos de caballería; la metatextualidad es la mención de un texto dentro de otro, por ejemplo cuando el narrador de “Funes el memorioso” nos dice los libros que lleva en su valija, y la paratextualidad se refiera a los textos que acompañan al texto, que lo presentan ante el lector, como el prefacio, el prólogo, el índice, el título, el epígrafe, la dedicatoria, el dossier.

5. Los dos últimos son los que nos dan la pauta para hablar de reescritura: la hipertextualidad, que es cuando se toma un texto como referencia (hipotexto) para producir otro (hipertexto) por medio de alguna de las estrategias que Genette enumera: la parodia, la sátira, el pastiche, la adaptación, la apropiación, la transposición, la versión abreviada, la traducción o la reescritura; y la intertextualidad, que Genette define como “la copresencia entre dos o más textos” o “la presencia efectiva de un texto en otro”, por ejemplo: la cita (con entrecomillado como esta que acabo de hacer aquí), el plagio (un robo descarado que, aunque no se vale, llega a suceder) y la alusión (que es lo que he estado haciendo en estos dos últimos apartados: parafrasear las ideas de alguien más, dándole el crédito que le corresponde). Hasta aquí el asunto parece muy técnico y muy estructurado, pero…

6. …la cosa se pone más interesante cuando entramos en materia de lo que Julia Kristeva entiende por intertexto, y que se corresponde con lo que Genette define como hipertextualidad: un texto que hace referencia a otro u otros de forma directa o velada. Para Julia Kristeva, “todo texto se construye como un mosaico de citas”[2], narramos a partir de la suma de historias que se entretejen en nuestra memoria. Visto así, “el texto es una especie de combinatoria, el lugar de intercambio entre fragmentos redistribuidos por la escritura que construye un texto a partir de textos anteriores (transformados), es un proceso o una dinámica, una ‘transposición’, una productividad textual (redistribución, deconstrucción o diseminación de textos anteriores)”[3]. Tal vez la raigambre de lo que leemos, de lo que contamos puede tener su origen en una fuente más profunda, más enraizada en el inconsciente de lo que podemos sospechar. Tal vez la creación no sea más que un grado sofisticado de interpretación, y la originalidad no sea sino la habilidad para hacer que la adaptación, la suma de elementos, la variación de métodos y la aplicación de piezas traídas de otra parte encajen en una nueva lógica y voilá: el pase mágico de la invención.

7. Establecer un diálogo con la tradición nos permite plantear cuestionamientos, lanzar preguntas al pasado, homenajear las obras que admiramos y reconocer el modo en que han influido en nuestro propio proceso creativo. Nos permite jugar con las variaciones, ver cómo funciona tal o cual recurso desde otra perspectiva o cómo el tiempo ha cambiado nuestra visión de las cosas. Si es verdad que en el arte, como en la guerra y en el amor, se vale todo, también es cierto que, al igual que en el amor y en la guerra, el punto sensible se encuentra en el honor, en el respeto (o intencionada insolencia) hacia el hipotexto referido. La posmodernidad nos ha enseñado que a lo único que el arte rinde cuentas es a la honestidad. Es honesto citar y poner cursivas donde corresponda, colocar los guiños que permitan reconocer el trazo de origen, reconocer nuestras influencias y elaborar su asimilación de forma franca (más terrible que engañar al lector es tratar de engañarnos a nosotros mismos). Y también es honesto desacralizar, denunciar, reír, mostrar humildad y asombro ante las obras que han forjado nuestra propia búsqueda.

8. La reescritura, como una de las estrategias de la intertextualidad (o hipertextualidad), propone al lector un juego de correspondencias donde el sentido del texto de origen se integra al del nuevo texto, para crear una especie de acertijo que el lector irá desentrañando; un juego de interpretaciones en el que el lector construye un nuevo sentido a partir de la suma de los textos. Podemos decir que reescribir es integrar una narrativa en otra, pero no necesariamente dentro de, como cajas chinas, sino entreverado en la urdimbre. Pueden entretejerse uno o varios elementos; los hilos pueden ser visibles, pueden estar más o menos ocultos en la nueva trama o solo aportar un sustento estructural. Hay muchos buenos ejemplos de reescritura en la literatura reciente y contemporánea. Las versiones de los cuentos de hadas[4] de Ángela Carter son asombrosas y destaparon un cofre del tesoro que otras autoras también han sabido aprovechar con valiosos resultados; ahí tenemos a Amelie Nothomb con su Barba Azul, y la más nueva Riquete el del Copete, o Las infantas de Lina Meruane. Gabriela Cabezón Cámara reescribe de manera muy original el Martín Fierro en Las aventuras de la China Iron; Ana Clavel aplica a su modo la estrategia en El amor es hambre y en Territorio Lolita. También podemos contar como ejemplos de reescritura las numerosas versiones de cuentos tradicionales que se han escrito para público infantil.

9. Qué tanto se nota o se “respeta” el texto de origen es un aspecto que ha estudiado muy bien la teoría de la adaptación cinematográfica[5]. Para Robert Stam, por ejemplo, el concepto de “fidelidad” resulta impreciso y moralino a la hora de medir el modo en que una obra literaria es adaptada al cine, por lo que la adaptación para él es más un “dialogismo intertextual”: una obra (que existe en un medio y un contexto determinados) se transforma en otra obra (en otro medio y otro contexto). La obra de origen aporta el grueso de la información que la adaptación fílmica habrá de llevar a un medio diferente. El proceso implica elegir qué de aquella información es transferido a este nuevo soporte, obedeciendo a sus reglas; lo que supone realizar ampliaciones, omisiones, subversiones y transformaciones. En el caso de la reescritura, como los medios son semejantes, el truco está en el desplazamiento. Seguimos jugando con las reglas del texto pero ¿qué es lo que se desplaza?, ¿hacia dónde?, ¿qué cambia?, ¿qué permanece? Y sobre todo, ¿para qué?, ¿con qué objeto?

10. Desde la perspectiva de quien escribe la reescritura es un recurso inagotable, un juego que no deja de reinventarse. No importa cuántas veces volvamos a Moby Dick, a Romeo y Julieta o a Barba Azul, siempre podrán arrojar nueva luz sobre rincones que no habíamos sospechado. Como afirma el teórico Matei Calinescu, las reescrituras aportan: “a certain playful, hide-and-seek type of indirection, a tongue-in-cheek seriousness, an often respectful and even honorific irony, and an overall tendency toward oblique and even secret or quasi-secret textual reference”[6]. Recientemente los medios audiovisuales se han dado a la audaz tarea de despejar el terreno y explorar estrategias que la literatura y el cine comparten: parodias, secuelas, precuelas, realidades alternas, adaptaciones a otras plataformas, spin offs, transcodificaciones, reciclajes argumentales, transmutaciones, transfiguraciones, resignificaciones, remakes. Las posibilidades son ilimitadas. ¿Qué tinieblas y opacidades nos permitirán descubrir?

11. Desde el enfoque del lector las reescrituras nos permiten acceder a una multiplicidad de versiones que se contraponen a la idea del discurso único. Diversificar las perspectivas desde las que se cuenta una historia supone promulgar discursos que históricamente habían sido silenciados o ignorados, y su lectura nos permite escuchar la voz del otro, que es uno de los grandes goces que nos regala la narrativa. Si las reescrituras enriquecen el universo de lo narrado, nuestra lectura completa el ciclo de vida de la historia y hace posible que la rueda siga girando.


[1] Genette, Gerard. Palimpsestos: la literatura en segundo grado. Madrid: Taurus, 1989.

[2] Kristeva, Julia. “Le mot, le dialogue et le roman”, en: Semeiotikê. Recherches pour une Sémanalyse, Seuil, 1979.

[3] Camarero, Jesús. Intertextualidad: redes de textos y literaturas transversales en dinámica intercultural. Barcelona: Anthropos, 2008.

[4] The Bloody Chamber and Other Stories, 1979.

[5] Stam, Robert. “Beyond Fidelity: The Dialogics of Adaptation”, en: James Naremore, Film adaptation, London: Athlone, 2000.

[6] Calinescu, Matei. “Rewriting”, en: Bertens, Hans y Fokkema, Douwe. International Postmodernism: Theory and Literary Practice. Amsterdam/Philadelphia: John Benjamins Publishing Company, 1997. 243-248.

Ficha de la autora
Ave Barrera. Narradora. Ganó el premio de Primera Novela “Sergio Galindo” de la Universidad Veracruzana y el Concurso Internacional de Libro de Artista 2015. En 2018 su novela Restauración fue merecedora del Premio Lipp.

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