Carlos Vitale traduce a Giuseppe Conte

Un nuevo adiós


a Michele Montagnese

Donde estás ahora, ¿ves aún sobre el mar
la geometría acribillada de las nubes
porosas, purpúreas, las columnatas de
luz invertidas, del otro lado del horizonte?
¿Desde el puente de qué trasbordador ves el
Tirreno y el Jónico desembocar aún
el uno en el otro en lucha, en las caricias?
Más allá duerme una palma, un canto, África.

Adiós, amigo, la vida es incesante
y tú lo sabes, tú que ya no estás ni
sobre un mar ni sobre el otro. Ahora
caminas sobre el límite indivisible
donde nada es distinto de nada
tus Eólidas de sal son islas
nacidas en el Norte de brumas y turberas.

Pero la vida es incesante, y fiel
el canto. Nosotros volveremos al estrecho de Mesina
—tú tendrás en los ojos demacrados nuevos pensamientos—
y hablaremos como aquel día de Argel, de oasis,
de las muchachas sin velo y del rostro blanco de
Constantina.


Un nuovo addio

Dove sei ora, vedi ancora sul mare
la geometria crivellata delle nuvole
porose, purpuree, i colonnati di
luce riversi, d’oltre orizzonte?
Dal ponte di quale traghetto vedi il
Tirreno e lo Jonio versarsi ancora
l’uno nell’altro in lotta, nelle carezze?
Più in là dorme un palmizio, un canto, l’Africa.

Addio, amico, la vita è l’incessabile
E tu lo sai, tu che non sei più né
su un mare né sull’altro. Ormai
cammini sul confine indivisibile
dove niente è diverso da niente
le tue Eolie di sale sono isole
nate nel Nord di nebbie e di torbiere.

Ma la vita è incessabile, e fedele
il canto. Non torneremo allo stretto di Messina
—tu avrai negli occhi smagriti nuovi pensieri—
e parleremo come quel giorni di Algeri, di oasi,
delle ragazze senza velo e dal volto bianco di
Costantina.

El último muchacho drogado

El último muchacho drogado ha muerto a la
orilla del mar, tirado como un
corazón de manzana, comido y
frágil, impotente contra la continuidad
de la resaca, incrustado de granos
de arena reluciente, él humilde
residuo orgánico, ennegrecido, ya
en vías de corrupción.
Era el último, de él ya no se sabe
el nombre ni el apellido, ni qué
buscaba.


L’ultimo ragazzo drogato

L’ultimo ragazzo drogato è morto in
riva al mare, gettato come un
torsolo di mela, mangiato e
fragile, impotente contro la continuità
della risacca, incrostato di grani
di sabbia splendente, lui umile
residuo organico, annerito, già
in via di corrompimento.
Era l’ultimo, di lui non si sa più
il nome né il cognome, né che cosa
cercava.


Qué era el mar

¿Qué era el mar? Tenía
colas y patas de agua entre las
rocas, pulía los guijarros, hacía
siglas de luz sobre la arena: era
profundo pero insensible, se decía, y
célibe, individual, estéril.
En olas obstinadas o tranquilas
subía y bajaba mareas, rodeaba
las tierras, él lunar, él frío, irreductible
en su consagrarse al movimiento y la aridez.
Las naves lo surcaban con largas estelas.
Ahora se ha perdido la memoria de las tempestades
y de los faros, de los veleros y de los transatlánticos, de los
náufragos, de los cargueros de púrpura y
de carbón, de Tiro, de Londres.
Era profundo, pero insensible, se decía, morada
de las conchas, de las familias de los
peces, extinguidas, ahora: tenía profundidades viscosas, cráteres y
algas y corales.
Tallaba los promontorios, sostenía las islas.
Jugaba, él mudo, desdeñoso, inservible,
feliz en sus movimientos
vitales.


Che cos’era il mare

Che cos’era il mare? Aveva
code d’acqua e zampe d’acqua tra le
rocce, levigava i ciottoli, faceva
sigle di luce sulla sabbia: era
profondo ma insensibile, si diceva, e
celibe, individuale, sterile.
In onde riottose o calme
maree saliva e discendeva, circondava
le terre, lui lunare, lui freddo, irreducible
nel suo votarsi al movimento e all’aridità.
Le navi lo solcavano in lunghe scie.
Ora si è persa la memoria delle tempeste
e dei fari, dei velieri e dei transatlantici, dei
naufraghi, dei carichi di porpora e
di carbone, di Tiro, di Londra.
Era profondo ma insensibile, si diceva, dimora
delle conchiglie, delle famiglie dei 
pesci, estinte, ora: aveva fondali viscidi, crateri e 
alghe, e coralli.
Tagliava i promontori, reggeva le isole.
Giocava, lui muto, sprezzante, inservibile,
felice nei suoi movimenti
vitali.


El Océano y el Muchacho caminan

El Océano y el Muchacho caminan
juntos hasta el límite entre la ola
y lenguas de arena, los acompaña
el viento de ceniza y brezo.

El Muchacho es mudo, el Océano
tiene gritos remotos, su aliento
hace roncas férreas tormentas
borda negras gencianas

aquí donde bajo las nubes
encuentra cuervos y escolleras
tiene gritos remotos, el ulular
de quien ha alcanzado una meta.

Lo escucha el Muchacho lo escucha
¿esos silbidos no llaman caballos
soñados, ensillados, no desnudan
profundidades en vilo entre los corales?

¿Esos gritos no conocen las coronas
las hachas de Rey del Norte sumergidas
la sanguinaria incursión
que lloraron las grullas y las ánades?

Y bota balsas al mar
el Muchacho, quiere tener una voz
y naufraga en una batalla
de truchas y empuñaduras de luz.

Su cabello, una rueda
y sus ojos van al fondo al fondo
pulpos, girasoles de seda
atraviesa, e incoloros silencios-

No calla el Océano no calla
él lo sabe, el Muchacho que desciende
hay una voz más allá de la oscuridad
que enciende más azules maelstrom

está el abismo, el diluvio
de arpas y timbales, la floresta
de flautas-árboles, los remolinos de las
trompetas curvas, los cuernos de la

tempestad, el Pozo donde las corrientes
de todos los mares se precipitan
el pozo que no conocen los pescadores
donde cristales y cuerdas se despeñan

lo ve el Muchacho en aquel instante
las aguas hacen nacer un sol
y desciende, va al fondo al fondo
y allí encuentra Sueños y Palabras-

las primeras Palabras del Mundo.

Al Océano y al Muchacho los escolta
el viento de ceniza y brezo
es un Canto el Muchacho ahora, es un Canto
recién nacido, invencible.


L’Oceano e il Ragazzo camminano…

L’Oceano e il Ragazzo camminano
insieme al confine tra l’onda
e lingue di sabbia, li scorta
il vento di cenere e d’erica.

È muto il Ragazzo, l’Oceano
ha gridi remoti, il suo fiato
fa rauche ferrigne bufere
ricama nere genziane

qui dove sotto le nuvole
incontra corvi e scogliere
ha gridi remoti, l’urlare
di chi ha raggiunto una meta.

L’ascolta il Ragazzo l’ascolta
quei fischi non chiaman cavalli
sognati, sellati, non snudano
fondali in bilico tra i coralli?

Quei gridi non sanno le corone
le asce di Re del nord sommersi
la sanguinaria incursione
che piansero le gru e le folaghe?

E mette per mare zattere
il Ragazzo, vuole avere una voce
e naufraga in una battaglia
di trote e d’else di luce.

I suoi capelli una ruota
e i suoi occhi vanno a fondo a fondo
piovre, girasoli di seta
traversa, e incolori silenzi-

Non tace l’Oceano non tace
lo sa lui il Ragazzo che scende
c’è una voce più a fondo del buio
che accende più azzurri maelstrom

c’è il baratro, il diluvio
di arpe, di timpani, la foresta
dei flauti-alberi, i vortici delle
trombe ricurve, i corni della

tempesta, il Pozzo dove le correnti
di tutti i mari precipitano
il Pozzo che non sanno i pescatori
dove cristalli e corde rovinano

lo vede il Ragazzo quell’attimo
le acque fanno nascere un sole
e scende, va a fondo a fondo
e trova lì Sogni e Parole-

le prime Parole del Mondo.

L’Oceano e il Ragazzo li scorta
il vento di cenere e d’erica
è un Canto il Ragazzo ora, è un Canto
nato appena, invincibile.

Cuando se regresa donde se nace

Regreso a esta calle, donde he nacido
como una luz a su estrella estallada.
En este mi viaje, estos
portones, los dos peldaños de pizarra, las
fachadas altas, desconchadas, con las ventanas
ciegas, la subida, el arco que marcaba
el límite, abajo mi casa
que tenía la galería sobre el patio de
musgo y zarzas en torno a un pozo, y
el balconcito azul, el parral
en vilo sobre los huertos de nísperos.
Tras aquellas persianas, en el tercer piso,
fue el amor, estaba la guerra fuera
los soldados alemanes ya exhaustos, en
fuga. El destino es volver a donde se ha nacido.
Lo saben todas las flores, los templos, los soles
que son como nosotros aún por alzar
no profetizados, y ya polvo.


Quando si torna dove si nasce

Ritorno a questa via, dove son nato
come una luce alla sua stella esplosa.
È questo il mio viaggio, questi 
portoni, i due scalini di lavagna, le
facciate alte, scrostate, con le finestre
cieche, la salita, l’arco che segnava
il confine, giù la mia casa
che aveva la veranda sul cortile di
muschio e rovi attorno a un pozzo, e
il terrazzino azzurro, il pergolato
in bilico sopra gli orti dei nespoli.
Dietro quelle persiane, al terzo piano,
ci fu l’amore, c’era la guerra fuori
i soldati tedeschi ormai allo stremo, in
fuga. Il destino è tornare dove si è nati.
Lo sanno tutti i fiori, i templi, i soli
che sono come noi ancora da alzare
non profetati, e già polvere.

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