La partida
Serena
espero por la barca
al final del muelle
La barca
que sólo por mí
se detendrá
Viajarán conmigo
los cisnes de mi lago
que recelosos
querrán regresar a la orilla
Los tomaré en mis brazos:
Ya nos vamos, pequeños,
anden, que nos esperan
—les diré
También ha de irse
un recuerdo borroso
en el intento de explicar
quien fui
Y una duda:
¿de qué color será mi noche?
Despedida
Te voy vaciando, cuarto:
trituro papeles que no hablaron
y vigilo las telarañas;
de ser necesario, las extirpo,
de merecerlo las dejo, se lo han ganado
Sin firma de contrato me alojaste
y recibí una llave
que tarde o temprano alguien reclamará
Dormitorio de muros con ojos al mar
y a las abejas.
En ti lloré el desengaño de la rosa
Eres morada de quien fui y soy:
olor a hot cakes y miel de maple
pasto recién cortado
susurros de palomas
Te dejo
margaritas frescas en un jarrón
y las cortinas recién lavadas
Nunca en la lista
Un ramo de margaritas
acaso,
si un vestido de novia
hubiese tolerado
Ridículo disfraz
no conjurado
por la fotografía de boda de mis padres
Escena no escrita en la novela de mi vida
¿Aflicción por aquel primero de la comunión?
¿Repulsa al tocado y el velo?
¿Desperfecto genético?
¿acaso importa?
Puertas
Elimino al poema
Me mira con rencor
Su fastidio es habitual
Le pregunto
si moriré abrazada a la piedra de mis dudas
o encontraré la palabra que fecunde mi vientre.
Si saldré del árbol,
por la raíz o por los tallos.
Le explico:
Poema es puerta,
Las hay cuantiosas para abrir.
Pero también hay puertas ineludibles para avanzar en el sendero,
que disfrazan de muros pulidos, oscuros, impenetrables.
No quieren ser abiertas.
Estas puertas hay que extenuarlas
a puñetazos, a flores, a poemas.