Por Carolina Escalante Ochoa
El arte puede ser una herramienta útil para la crítica y la responsabilidad social, capaz de promover expresiones de resistencia e indignación. En ocasiones, es, también, un medio de denunciar los horrores que se viven en escenarios de guerra y violencia extrema. Ejemplo de ello es Culiacán, donde, desde hace ocho meses, se ha vulnerado nuestro derecho a vivir en paz. Ante esta situación lxs artistas culichis y gestores culturales nos preguntamos cuál es nuestra posición en estos escenarios de crueldad.
El proceso de representación de lxs artistas del norte de México se ha fundamentado en la reconstrucción de hechos sociales que evidencian el sometimiento de la sociedad civil. Tanto por la acción de los aparatos coercitivos del Estado como por el terrorismo ejercido por los grupos criminales vinculados al narcotráfico. Estas manifestaciones artísticas no sólo documentan la violencia, sino que también ofrecen un espacio para reelaborar el trauma colectivo, resignificar la experiencia vivida y proponer formas de memoria que resistan al olvido impuesto por la impunidad. En este sentido, el arte se convierte en una especie de contrarrelato frente a los discursos oficiales, y en un acto político que interpela tanto al espectador como a las estructuras de poder.
Las instituciones culturales no podemos ser indiferentes, tenemos la responsabilidad de generar espacios de reflexión y diálogo en torno a las problemáticas sociales de nuestros entornos más inmediatos. No basta con enunciar el compromiso desde la discusión teórica, es indispensable involucrar activamente a lxs artistas, activistas y comunidades en la construcción de propuestas que partan de sus propias vivencias y necesidades. Esto implica asumir un rol activo en la creación de archivos comunitarios, proyectos de memoria y acciones simbólicas que reconozcan y acompañen el dolor colectivo, pero también la capacidad de resistencia y de imaginación política.
Dios torcido es el primer número del fanzine Culichi, una publicación colectiva nacida del taller de Fanzinería y otros experimentos editoriales. Este número surge como un gesto urgente de expresión frente a la violencia que atraviesa nuestro día a día en Culiacán, pero también como un acto de resistencia simbólica y afectiva. La pregunta que elegimos para iniciar esta primera publicación fue ¿Qué significa para nosotrxs Culiacán?
En sus páginas conviven poesía, dibujo, fotografía y collage: lenguajes diversos que se entrelazan para dar forma a un archivo íntimo y político de nuestra experiencia común.
Cada contribución —a veces cruda, a veces delicada— representa no sólo el miedo que nos habita, sino también la fuerza que se gesta en medio del dolor: la esperanza de que este ciclo de horror se detenga. Dios torcido es un grito, una pregunta, una oración rota. Es también una manera de imaginar otros futuros posibles, desde la colectividad, la creación y la memoria.
Este fanzine no es una publicación más; es un cuerpo compartido, un testimonio de quienes decidimos no callar. En ella, el arte editorial se transforma en herramienta para sanar, para resistir, y para dejar huella. Así, reafirmamos que el arte, desde lo comunitario, puede ser una forma de cuidado y de acción frente a la violencia estructural que nos desborda.
En el apartado Fanzinería puedes consultar Dios torcido. Aquí puedes ver la presentación de Dios torcido en el Centro de Literatura.
Carolina Escalante Ochoa (1991) Artista, docente, editora independiente y astróloga. Es coordinadora de proyectos especiales en la Dirección de Literatura y Editorial. Profesora de Literatura en la Escuela de Artes José Limón. Dirige Ediciones Mercuriana, una editorial independiente que publica a mujeres artistas y escritoras con o sin trayectoria, promueve e impulsa la autoedición y autopublicación. Su práctica explora la relación entre arte, feminismo, astrología, ecología, escrituras colaborativas, ecoescrituras, lenguajes simbólicos, prácticas experimentales en el proceso editorial y creación de libros, plaquettes y zines. Parte de su trabajo personal transita entre la poesía, los libros de artista, el video y el performance.