Tres poemas de Gloria Manyula

 

HABITAR-ME

Mi casa es un museo de objetos

que me dicen de dónde vengo

y a dónde voy.

Me miro al espejo y encuentro

el reflejo de mi madre,

el de mi abuela; y el de tantas otras

que pasaron por aquí.

Hubo mujeres tejiendo historias

en las trenzas de niñas por venir

y con servilletas coloridas

adornaban las mesas

y los caminos empedrados

mientras la máquina de coser 

les remendaba las heridas.

En mi habitación se esconden

las mujeres que ya no están:

las escucho por las noches

y me cuentan sus secretos,

susurran a mi oído

y me dicen que la historia

no debe volverse a repetir.

 

 

UN ARTÍCULO DE PRIMERA NECESIDAD

Cierto es que hay mujeres

que en un afán por volver real

el sueño que se construye jugando a las muñecas,

se aferran al vestido de novia

como si este fuera

un paracaídas que habrá de salvarlas

de cualquier golpe o situación adversa

que pudiera presentárseles;

y lo vuelven un amuleto,

un artículo de primera necesidad

y hacen de él lo único importante

como si la vida misma no tuviera

más que ofrecerles.

Pero cuando menos lo esperan

la burbuja se revienta

y lo soñado se viene abajo

como los muros y el techo

de una casa en ruinas.

El vestido de novia, en realidad,

es  una promesa que no existe

una impostura y aunque nos esforcemos

por creer lo contrario, no nos da

ningún estatus ni nos salva de nada.

Esto sería como creer que el ave presa

vale más que aquella que vuela libremente.

Y como siempre sucede

las copas de cristal caen

y se rompen;

y de todos es sabido

que una vez pegadas ya no lucen

de la misma forma.

Quizás por eso

en las bodas de mis amigas

me vuelvo río.

Me aterra la idea de verlas caer

como cristales rompiéndose

encima de la mesa

o contra el piso.

Por último, debo decir

que en mi familia

ha habido pocos ajuares de novia:

somos mujeres que se han

quedado esperando

“el vivieron felices por siempre”.

La que hasta ahora ha vestido

los ropajes del matrimonio,

ha vuelto a estar sola

a causa de la madrina oscura,

porque el vestido de novia

puede también ser una tumba.

 

 

EN LA QUIETUD DE LOS MUELLES AL ATARDECER

Tal vez la vida es eso: una cicatriz

Elisa Díaz Castelo

El mar es una cama vacía:

sábana extendida con hilos en plata

que devora a los muertos

el paisaje se dibuja frente a mí.

En la quietud de los muelles al atardecer

la marea sube hasta chocar

con la planta de mis pies gastados

un cosquilleo me recorre el cuerpo.

Dialogo con las voces del oleaje

que me arrastran

entre líneas de sal y arena

Mi voz tiene también deseos.

Lo pienso una, dos,

tres veces:

¿qué diferencia hay

entre flotar y sumergirse,

si en ningún lugar estoy?

Desvío el cuerpo

se me olvida la mirada

Gloria Manyula

(Mazatlán, Sinaloa). Poeta, actriz y activista. Es Licenciada en Sociología y egresada de la Maestría en Ciencias Sociales con Énfasis en Estudios Regionales por la Universidad Autónoma de Sinaloa, cuenta con trabajos de investigación bajo las líneas: violencia, género y feminismos.

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