En la habitación del fondo
hay un tanque de oxígeno dando la espalda al espejo.
Es verde óxido, de él cae pintura descascarada
periódicamente, humedecidas hojuelas de musgo.
Almacén del aire que sacude por igual
ramas y bronquios. Aliento de árbol
para los últimos soplos que desenredarán la vida
de la muerte, de la asfixia prematura, del ahogado
con su propio vómito. De realidad se atraganta
también el espejo. Limpio su paño para ver
las raíces que germinarían en los alvéolos
de papá, para ensanchar su follaje:
un enjerto de brotes y un tallo de polietileno
dentro del mismo jarrón. Son lo vegetal y su antípoda
también frente al espejo. Es posible mirar el deterioro
del tanque, mientras espera paciente por las disneas
en su pulmón. Dificultad para dejar este mundo y
ser posible gracias a la respiración asistida
un cohete de propulsión hacia otro latido
cuando él se vaya, cuando intente, despegar muy lejos.
Por esa razón aguarda polvoriento entre las cosas
En la habitación del fondo en la que duermo
cuando voy de visita a su casa.
Anehel R. Hernández. Poeta. Ha sido becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas en un par de ocasiones. Actualmente coordina el espacio literario “Lecturas arqueológicas” en el ISIC.
Arte de María Vez.