Ningún atardecer
Seremos una foto antigua,
un recuerdo aterrizado
sobre el mundo
vacío
de las cosas.
En nuestras manos
solo otro ejemplo
de la materia
su metamorfosis.
Ningún atardecer
sostendrá la memoria,
salvo este:
el día deshojándose
sobre la superficie del mar
un abrazo de
otro
tiempo
alineándose a este trozo
de realidad.
Ser una foto antigua
es más que la petrificación del instante:
es rebelión
contra todas las formas
del tiempo
y, a la vez,
recordatorio
de mortalidad:
somos solo niños
intentando
no ser devorados
por Saturno.
Viajero
A lo lejos
una tierra
inhabitada por tu voz
espera tu regreso.
Ignora que tus ojos no obedecen
a las coordenadas celestes,
y aunque quisieras hacerte tangible
frente a los fantasmas que no te olvidan,
lo no visto ni pronunciado
se impone sobre tu mano vacía
como un agujero negro.
Más que perdido, has encontrado
todo, menos lo que buscas.
Eres otro niño arrojado al mundo
como una hoja que moverá el viento,
el tiempo o las olas,
o las risas y el sonido
de todo lo que no importa,
pero es fundamental
para alcanzar
lo que parece inalcanzable.
Y es allí donde sobrevives,
en la posibilidad de todo y nada:
la invención de cada mañana
y la resignación de la noche,
sin pronóstico de retorno,
en un vaivén
de reflejos y sombras.