Francisco Bojórquez es un poeta que se detiene, devela y vuelve poema todo lo que piensa, todo lo que siente y todo lo que mira: una playa desierta, una calle oscura, los gatos callejeros, los cables de la luz; un muelle o un faro en un territorio agreste. No hay paisaje que no lo seduzca o lo toque y es así como pone en práctica una poética que se sustenta en una celebración de lo sutil y lo inmediato. Le interesa justo lo que está sucediendo en ese instante.
La verdad
En el oasis de lo cotidiano
pienso en lo desconocido
en lo que solo puedo imaginar
y en el silencio
busco las palabras
que son llaves
que son puentes
que son ríos
que son mares;
e intento con ellas
dar un nombre
a todo eso que no lo tiene
y solemos llamar
lo innombrable.
Reflejos nocturnos
Las nubes tapizan el cielo
—el horizonte es bruma—
y dos siluetas caminan
tomadas de la mano
por la orilla del muelle:
sus tenues sombras escriben
en la piel de la noche sin luna;
y la luz de una vela
dibuja en las sombras
la punta de un lápiz
y la mano
que traza palabras
sobre la hoja
de papel
Silencio
Vida
En la habitación
como un noctámbulo
a deshoras escribo;
me acompaña
el cantar de los grillos,
una tibia taza de café
y mi respirar que se confunde
con el susurro del papel
que se siente herido
cada que lo rasgo
con la punta del lápiz.
Palabra a palabra
y a sorbos lentos
se desdibuja
y se crea
la vida
—mi vida—.
No sobra decir
que el ritual es el mismo
de lunes a domingo
y no pasa nada.
Pluma
Hace algún tiempo
—años tal vez—
mi abuela me regaló
una pluma.
Me dijo que sería
para mí
voz de mil voces,
sosiego,
brújula en el caos.
Y justo como ella lo dijo
ha sucedido.
Cuando la noche no acaba
A lo lejos los perros ladran
y el viento suscita
la danza de los árboles.
Lentas gotas de agua resbalan
sobre la tarja de la cocina.
Alguien escribe en su cuarto
pelea con el insomnio:
arruga hoja tras hoja
y las avienta
al cesto de la basura.
Una blanca taza de café
se le quiebra en las manos.
El líquido se derrama
encima de la mesa
en la que escribe.
Una mano arroja
el reloj por la ventana.
La luna se esconde
entre las nubes que cubren el cielo
que luce sin una sola estrella.
Un par de búhos
se mantienen apostados
en el cable de la luz:
mueven sus cuellos
de un lado a otro
observándolo todo.
Las casas del vecindario duermen
y los gatos callejeros, también.
Todo duerme
menos la noche.
Francisco Bojórquez
Ha colaborado con la revista digital Cronopios y Divergencias con reseñas literarias. Participa en el taller de poesía “Cómo escribir un poema” del ISIC, coordinado por la poeta Ernestina Yépiz