La vida me persigue,
trae en su mano el cinturón de mi padre,
su profunda hebilla para espantar besos
que no deben besarse,
miradas que no están en el lugar adecuado,
a la hora pactada
—su hebilla
que siempre dominó el arte
de sacar pájaros de la cabeza—.
Esta vida sin palabras que duren demasiado,
sin redes para salir de estas otras redes
y buscar la orilla.
Esta vida hecha de naipes montando otros naipes
hasta caer al fondo del comienzo.
Vida de puertas en el lado equivocado,
de fantasmas prometidos donde el amor
es una escondida minoría
de camas individuales navegando despiertas
en su propio cuerpo, en su necio cuerpo.
Sin timbres para llamar y conocer el sueño de cerca,
la esperanza,
los despertares que huelen a lo que supongo
huelen las flores que alguien le regala a alguien.
Y me persigue, la vida me persigue.
Con ese adulto cinturón en una mano
y en la otra —amanerada mano del corazón—
un hueco sin nombre,
un excavación dejada hace años,
espacios en blanco donde el pecho levantó su casa a medias:
el mismo cuarto que cambia de dirección, de domicilio;
el mismo.
Pero he ido logrando guardar algo para mí
de mi propia cabeza,
durante todos estos años de perseguir sombras,
perseguido,
he logrado no olvidar a nadie
desde este rincón del mundo que es mi cuerpo.
Y he ido durando, así, durando
a espaldas de los otros sueños.
*
Cómo me gustabas vestido de ti,
con ese tu olor a sol mediano, a limón triste,
a cáscara de lluvia quitada de la tarde.
Cómo me gustabas caminando como tú
bajo la ensalivada noche,
entre calles golpeadas por la oscuridad y el sudor de la hora última,
y voces que parecían venir de mariguanos árboles.
Cómo me gustaba, a partir de ti, de conocerte,
cómo me gustaba tu nombre,
cómo me gustaba que te llamaras así,
que yo te llamara así.
Me gustaba tanto oírme decir tu nombre.
Y las madrugadas en las que aparecías
como de la nada,
como traído por la aterradora silueta de un inmortal.
Cómo me gustabas mirándome, entonces yo
era del mismo color de tus ojos.
Me gustaba que fueras peligroso,
que te temieran tanto las mañanas y las noches.
Que me abrazaras como se abraza un árbol
cuando la sangre lleva horas caminadas por el alcohol.
Y tu masculinidad
que siempre estaba a punto de atropellar a alguien,
y de perderlo, de perderla.
Cómo me gustabas cuando estabas en tu cuerpo,
cuando salías de bañarte
y te quedabas sin mirarme por horas.
Cuando se te despertaba la vida
y parecías un demonio de buena sangre,
un asesino de sueños, un vagabundo de alcurnia.
Cuando me besabas porque sí,
porque te dio la gana besarme
y despertar mis labios de su malvada realidad sin hojas.
Todo lo dejé por ti, y lo dejaría nuevamente.
Todo lo dejaría.
Porque más que amarte
me amaba tanto cuando estabas conmigo.
*
Mi esperma no sabe a nadie.
Mi saliva solo me tiene a mí.
Mis lágrimas no lloran.
Mi sangre siempre tiene mucho trabajo
para atenderme.
Mi orina siempre llega tarde
o siempre se adelanta. No es puntual.
Mi tiempo
se encarga de cerrar las ventanas de noche
y abrirlas de mañana.
Mi ilusión se quedó sin hijos.
Mis emociones son como mis dedos,
cogen y sueltan cosas.
Mi alma cree
que hay vida más allá de esta calle.
Mis sentimientos no confían en mí.
Mi esperanza nunca fue mía.
Mi miedo está en la estufa
hirviendo con los otros guisados
que comeré en un rato.
Mis formas de amar trabajan horas extra.
Mis pensamientos no entienden que hace frío.
Mis creencias saben hablar bonito
y retirarse a tiempo.
Mi religión se parece a mí,
tiene los pies fríos todo el tiempo.
Mi corazón siempre es simbólico.
Mi pene nunca ha sido literal.
Mi pecho se cree camión de carga.
Mis pies sí son camiones de carga.
Mis piernas
prefieren otras piernas.
Mis tobillos llevan más de cuarenta años
esperando que los mencione.
Y mis nalgas… pues bien,
aquí, sentadas,
esperando a ver qué pasa.
Ficha del autor
A.E. Quintero. Poeta. Premio Nacional de Poesía Aguascalientes. Estos poemas pertenecen al libro de reciente publicación Porque a veces el corazón se siente como ir montado en un caballo, Poesía reunida (1996-2019), publicado por Editorial De Otro Tipo, 2019.