I.
Cuando se abrió la tierra, hubo temblores eléctricos en nuestras salas, la cocina se llenó de tormentas y en la cama nacieron tsunamis de estática. Fue el momento perfecto para reemplazar nuestras muertes, dejarnos sin sueño. Era imposible encontrar qué ropa ponerse. Evitábamos salir por miedo a encontrarnos con personajes de videojuegos que aprovecharon la ocasión para saquear la ciudad. Subíamos a la azotea, con palos y botellas, velas y artículos de magia. Nos convertimos en las reliquias de una mente aterrorizada. Lo sentíamos por las noches y siempre era de noche. Veíamos el televisor, era nuestra manera de rezar. El ruido nos recordaba la fragilidad de la vida. No eran aplausos, eran balazos y estábamos listos para matar a quien fuera necesario.
II.
Mientras esperábamos la lluvia, notamos que había un ovni entre las nubes. Estaba grabando nuestros rituales, todos y cada uno de ellos. Algunos no se dieron cuenta y siguieron bailando, poseídos por frenéticos destiempos. Los más listos nos percatamos de la gravedad del asunto y nos retiramos. Comenzamos a mirar con desconfianza cada recuerdo que nos asaltaba. Después lo aceptamos. Estábamos en el casting de un reality show interplanetario que no viviríamos para ver. No había nada qué hacer más que esperar la lluvia. Nuestro cabello fue creciendo, al igual que los cementerios.
III.
Sabíamos que teníamos que reconstruirnos, ir por nuestras pesadillas a la casa de empeño y plantar nuestros deseos en macetas improvisadas al lado del refrigerador. Tuvimos que arrancar los restos de sensaciones de nuestros cuerpos. Las instrucciones para salir de esto debían existir en algún lado. Buscamos en Google cómo habitar nuevos planetas. Encontramos una obviedad en una vieja cuenta de Twitter: El mundo está lleno de piezas de rompecabezas, pero no de rompecabezas.
IV.
El abuelo no existía hasta que ya estaba al final de la vida, tembloroso, viendo si no había nadie más viendo. Se desbarataba, no podía dormir. Esperaba que alguien viniera y le dijera que no cruzara esa puerta, pero todos sabíamos que nadie vendría a hacerlo. Ni siquiera yo, que soy el abuelo cuando era joven y aún no existía como abuelo.
V.
Todos los puntos del espacio vienen equipados con salidas de emergencias. Las instrucciones de seguridad son tan claras que ni siquiera existen. Sólo respira, permanece en tu lugar y deja que el universo haga lo suyo.
Allen Sánchez (Culiacán, 1992). Es un artista multidisciplinario. Su trabajo ha explorado los límites del significado y la imaginación en distintos medios. Estudia Lengua y literatura hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México. Es autor de siete libros de poesía, cuatro álbumes de música noise y una decena de piezas de videoarte. Su obra más conocida es Augusto Sonrics.