La naturaleza y lo femenino: un acercamiento a la obra poética de Gabriela Mistral, Alfonsina Storni y Natalia Toledo
Cesia Castañeda
En 1972 Sherry Ortner publicó su artículo «¿Es la mujer al hombre lo que la naturaleza a la cultura?» En dicho estudio, la antropóloga estadounidense se planteaba desarrollar el tema de la dominación masculina como un fenómeno universal, para ello establece una analogía entre las dos dicotomías: mujer/hombre y naturaleza/cultura. Este artículo para muchos es una de las grandes bases del feminismo antropológico académico.
En 2006, vuelve sobre el mismo artículo para hacerle unas modificaciones y sumar visiones que en la primera publicación no había contemplado. Entre las críticas que recibió, la más frecuente fue la de la «falsa universalidad» de dominio del género masculino sobre el femenino, ya que la existencia de comunidades en donde el matriarcado es la forma gobernante contradecía este planteamiento de un fenómeno de dominación universal. Por lo anterior, Ortner escribió: «Entonces, ¿es la Mujer al Hombre lo que naturaleza a cultura?». Texto en el cual, después de analizar las diferentes críticas y sugerencias que había suscitado su artículo original, corrige, admitiendo que, si bien no se puede hablar de un sistema de dominio universal y que haber usado los términos «naturaleza» y «cultura» desde un enfoque general o eurocentrista fueron errores, lo que no es un error es la relación analógica entre la mujer y la naturaleza. Para ahondar más en el tema citaré el segundo artículo del que hablamos:
«La diferencia de género, junto con la oposición naturaleza/cultura, es una pregunta poderosa. Y las relaciones de género siempre se sitúan, al menos, en una de las líneas fronterizas entre naturaleza y cultura: el cuerpo. Pienso en la mayor parte de las culturas, si no en todas ellas, las dos oposiciones tienden hacia una relación de metaforización mutua: el género se convierte en un lenguaje muy poderoso para hablar de las grandes preguntas existenciales sobre la naturaleza y la cultura, a la vez que el lenguaje de la naturaleza y la cultura, si se utiliza, puede ser muy poderoso para hablar del género, la sexualidad, y la reproducción, por no mencionar el poder y la indefensión, la actividad y la pasividad, entre otras cosas» (Ortner, 2006. p. 18).
Lo que expone la antropóloga es uno de los principales puntos en los que se basará este corto ensayo: la metaforización mutua de esta relación entre lo femenino y la naturaleza. En Metáforas de la Vida cotidiana (2007), Lakoff nos dice que la forma en que interpretamos el mundo, normalmente, obedece a un pensamiento metafórico, a establecer una relación en donde se destacan y ocultan aspectos entre dos conceptos; para tratar de explicar el mundo nos basamos en nuestras experiencias de él. Esta asociación entre lo femenino y la naturaleza no es arbitraria, por ejemplo, destacamos el proceso de maternidad de la mujer y la relacionamos con esta naturaleza dadora de vida, de aquí surge la personificación «la madre Naturaleza». No solo asociamos la naturaleza y lo femenino al aspecto de la concepción de vida, también relacionamos aspectos de lo femenino con elementos de la naturaleza. Por ejemplo, las flores, estas son un elemento muy común para establecer una relación con la belleza femenina. Así otras relaciones, como la personificación de ciertos animales, están en nuestra cultura; pero, ¿cómo es llevada esta relación a la poesía?
De acuerdo con lo planteado por Roberto Juarroz en Poesía y Realidad (2000), la poesía y la realidad son dos elementos ligados y, a la vez, opuestos. La poesía se separa de la realidad, pero al mismo tiempo es creadora de otra realidad, y esta otra realidad no puede negar la relación con la realidad en donde está inmersa. Esta realidad alterna que nos presenta el poema tiene un vínculo con la realidad contextual. Este vínculo se evidencia en los referentes que pone en juego la o el poeta. Como se verá en la obra de las tres poetas que analizaré, los referentes a la naturaleza están vinculados a la condición de «lo femenino».
Para iniciar el análisis me gustaría relatar un poco de la vida de las poetas. Aunque no acostumbro poner en mis escritos datos que fácilmente se pueden encontrar en alguna biografía, me ha parecido pertinente traer a colación información sobre las tres autoras que nos ayuda a comprender algo de lo mucho que escribieron. Por ello, expondré primero sus datos generales y, conforme se avance en el análisis de sus obras, traeré a tema otros datos de las poetas, pues es la realidad de cada una de ellas la base con la que se creó esa otra realidad de la que somos testigos en sus poemas.
Gabriela Mistral nació en Vicuña, Chile, en 1889. Los temas que más trata son: la naturaleza, la niñez, lo teológico, el amor, la educación, el dolor y la soledad. En su poesía nos encontramos desde los cerros de vicuña y el río de la plata, hasta el famoso Iztaccíhuatl: la naturaleza es tema central en Mistral desde sus primeros poemas. Recordemos que fue maestra rural y no es raro que de los paisajes con los que convivía a diario se alimentara su obra.
Alfonsina Storni no nació en Latinoamérica, sin embargo, es considerada una de las voces femeninas más importante de Argentina. Nace en 1892 en Capriasca, Suiza, y se traslada a Argentina a los cuatro años. Además de compartir con Mistral la época, pues son contemporáneas, al igual que ella también ejerció como maestra. La naturaleza es en Alfonsina un tema muy recurrente y podríamos decir, central: las flores, el sol y, en especial, el mar, son elementos de los que se habla en mucha de su poesía.
Natalia Toledo es una poeta mexicana nacida en Juchitán, Oaxaca, en 1967. Como es evidente, no es de la misma época que las otras dos poetas (esta es una de las razones por las que decidí estudiarla, me parece que la comparación resultará enriquecedora). Además, es necesario mostrar que esta relación naturaleza-mujer no se da solo en una época, sino que la podemos encontrar en la poesía más cercana a nuestros días. Toledo es, a mi parecer, una de las creadoras actuales más comprometidas; la naturaleza es el tema central de su obra. Su libro El Dorso del cangrejo está inspirado en las tradiciones y mitos zapotecos. Entre las páginas encontramos ilustraciones de animales y la personificación de ellos. La infancia y los viajes son otro tópico en su poesía.
La naturaleza es un tema que une a estas tres poetas, ya tenemos la primera parte; la segunda, y en la que supongo que recae la importancia de cómo se plasma la relación naturaleza-mujer en sus poemas, es, notablemente, su género: ser mujer, y más aún, su condición como mujer en Latinoamérica. Tenemos, entonces, los dos lados de la moneda: la naturaleza y lo femenino. Ahora hay que considerar que hablar de «ser mujer» no es una tarea nada sencilla. Como ya lo hizo Simone de Beauvoir en la introducción de El segundo sexo, cabe preguntar ¿qué es una mujer?, siendo más específica: ¿qué es una mujer latinoamericana, chilena, argentina, inmigrante, indígena, nómada, etcétera?
¿Qué mujeres fueron estas tres poetas? Podemos decir que estas tres poetas emergen de lo que las visiones conservadoras consideran que entra en la definición de la palabra “mujer”. Para continuar con el análisis, hablaré sobre la maternidad, rol que más se asocia con la idea de lo que es “natural” en la mujer.
La mujer madre
En Construcción social de la maternidad: el papel de las mujeres en la sociedad (2016), Mariela Sánchez Rivera nos dice que el enfoque que presenta a la maternidad como un constructo social es una oposición a las consideraciones que normalmente se han dicho sobre la maternidad, y es precisamente uno de los muchos aciertos del feminismo en nuestra era, el conocimiento del proceso de la maternidad como un constructo. No solo se pretende que la mujer sea madre porque es «lo natural», porque debe obedecer a su «instinto materno», sino que también la sociedad ha impuesto características específicas de lo que debe ser una madre.
En Gabriela Mistral encontramos que el yo lírico de muchos de sus poemas es maternal. Mucho se ha hablado de Mistral y su maternidad: están los que sostienen que fue madre por extensión, por amor, por compromiso, con Juan Miguel o Yiyin, como ella lo nombró de cariño, según las biografías oficiales, su sobrino hijo de su hermanastro Carlos Miguel Godoy Vallejos; otros aseguran que Yiyin era su hijo biológico y que la poeta ocultó su maternidad por decoro o vergüenza. De una u otra forma, Mistral no es la madre convencional. En el primer caso, sería la soltera que se enfocó tanto en su crecimiento personal que no buscó descendencia, pues la sociedad reclama hijos a la mujer para poder darle el título de «mujer completa»; en el segundo caso, es la madre soltera, la que tiene que ocultar la pena de no tener el apoyo masculino. En ambos casos, la mujer-madre en Mistral se aleja de lo que la sociedad espera de ella en este rol. Analicemos ahora este fragmento del poema «La otra madre», que se encuentra en Almácigo:
En el largo destierro del Origen
que no sé si me he dado o si me dieron
para consolación larga y dorada
la Tierra tuve y la tierra retengo
entre las manos, y me dura sin tiempo.
Tengo la deliciosa y sufridora madre mía,
madre oscura, apuñada en su secreto,
mi madre parda, dulce y desparramada,
dueña de eternidad y de estaciones,
que me tomó como al niño perdido.
Cuando la otra cayó, se hizo más ancha,
y su mirar dio, y el pacto eterno.
Ella está en aflicción, pausa y espera
buscándose hijos con ojos perdidos
nombrándolos demente y sin hallarlos.
Con el flanco en el flanco recordemos,
mano a la mano en maizal contrito
dulces y tercos para urgir al cielo.
Recemos sin palabra y con palabra
por las patrias que caen alanceadas
o se desangran como parturientas diciendo:
¡No eres! a la vieja Madre
que nos finge la muerte y nos mata.
En el poema es clara esta relación de la madre con la naturaleza, el planeta Tierra es la madre. Encontramos un primer momento en donde la poeta se reconoce desterrada pero poseedora de la Tierra, es un juego muy interesante de contrastes, el destierro y poseer la tierra: «En el largo destierro del origen… la tierra tuve, la tierra retengo». En el segundo momento, en donde se nombra a la madre, se describe a la madre como lo secreto: madre oscura, sufridora, parda, deliciosa y dueña de eternidad. En un tercer momento la madre se personifica aún más, ya solo no se le describe, la madre toma un papel activo: toma, mira, nombra y busca. Después nos dice el estado de la madre: está en aflicción. Después se observa lo que a mí me parece la negación de la madre: «¡no eres! a la vieja madre».
¿Es este poema solo un poema acerca de la Tierra y la condición de deterioro de la madre naturaleza o es acaso una integración de esta relación naturaleza-mujer? ¿En este caso, es la «La otra madre» de Mistral solo una ecocrítica o es quizá la expresión de una maternidad velada, secreta, oscura y negada de la poeta chilena, que encontró como pretexto esta vinculación cultural entre la mujer, la maternidad y la naturaleza para expresarlo?
En Alfonsina también encontramos a la naturaleza con este rol femenino, por ejemplo, en Letanías sobre la tierra muerta: «Madre que marcha aún con el veneno de los hijos ya muertos en el seno». Storni, al igual que Mistral, se interesó por los temas ecológicos y el poema mencionado es evidencia de ello, pero la representación que hace de la maternidad en «La loba» es donde centraremos la atención:
Yo soy como la loba.
Quebré con el rebaño
Y me fui a la montaña
Fatigada del llano.
Yo tengo un hijo fruto del amor, de amor sin ley,
Que no pude ser como las otras, casta de buey
Con yugo al cuello; ¡libre se eleve mi cabeza!
Yo quiero con mis manos apartar la maleza.
Mirad cómo se ríen y cómo me señalan
Porque lo digo así: (Las ovejitas balan
Porque ven que una loba ha entrado en el corral
Y saben que las lobas vienen del matorral).
Alfonsina, en un caso similar al de Mistral, era madre soltera, y esta condición le generó un señalamiento social. Storni se reconoce ajena a esta maternidad convencional: «Que no pude ser como las otras». Renuncia a la pasividad de las ovejas del rebaño para tomar la condición de Loba. Lo relevante para mí en ambas autoras es cómo a través de la metaforización de la naturaleza hablan desde «la otra forma de ser», como bien expresó Rosario Castellanos en «Meditación en el umbral». Ambas poetas reconocen que su maternidad ha sido criticada y utilizada, y usan esta analogía con la naturaleza para expresar que su maternidad también ha sido «muy natural» a su manera. Retomando a Alfonsina, en ella encontramos muchas referencias a animales, le encantan: la loba, la mariposa o el león. Pero es otro de los referentes a la naturaleza de Alfonsina que me gustaría traer a colación, entramos entonces en el último apartado de este análisis.
La mujer flor
Es conocido que las flores y las mujeres también se han ligado culturalmente, los puntos que normalmente se encuentran en común son: delicadeza y belleza, pero se nos olvidan otros elementos de las flores que también la sociedad por mucho tiempo esperó de las mujeres: las flores en muchos casos sirven de adorno, se arrancan por capricho y necesitan que alguien las cultive. En los poemas de Alfonsina Storni y Natalia Toledo observamos la representación de dicha relación cultural.
Uno de los poemas más conocidos de Alfonsina Storni es «Tú me quieres blanca», el cual inicia así:
Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada.
En el poema es claro cómo la poeta denuncia la exigencia de una condición por el otro, condición que el otro no está dispuesto a ofrecer; se pide que la mujer sea: pura, inmaculada, inocente, bella, ingenua, etc. Se le pide a la mujer que sea flor, «Que sea azucena». Todos los atributos que se esperaban en los inicios del siglo XX están resumidos de forma muy acertada, a mi parecer, en el verso «que sea azucena». Podríamos pensar que el tema se puede quedar en la época de Storni y Mistral, que en la actualidad con toda la revolución feminista del último siglo esta personificación de la naturaleza o metaforización de los elementos de lo natural y lo femenino no tienen sentido; sin embargo, la poesía de Natalia Toledo nos dice lo contrario.
Como ya se mencionó anteriormente, Natalia Toledo tiene a la naturaleza en un papel central en su obra. El fragmento de poema que analizaremos es ejemplo de ello. El poema tiene por nombre «El dorso del cangrejo», nombre que por sí solo anuncia esta relación entre la naturaleza y la mujer. De acuerdo con la autora, puso este título al poema ya que en el dorso de los cangrejos se puede observar la figura de una mujer bailando, imagen que a ella siempre le ha gustado.
Yo estuve peleada con mi tradición
No quise que me desvirgara una mano llena de alcohol
No quise demostrar nada
Nunca fui una flor virgen
En este poema es evidente la relación naturaleza-mujer, la esperanza de la mujer flor, esta pureza exigida por la sociedad a la mujer. En una conferencia en el encuentro de 13 Habitaciones Propias en la ciudad de Culiacán, la autora cuenta cómo en Juchitán era tradición desvirgar a las niñas introduciendo el dedo índice, para buscar una mancha de sangre que quedaría en un pañuelo blanco como prueba de honor. Contó cómo ella y otras mujeres de su comunidad se rebelaron contra esta tradición. De ahí su negación al afirmar que ella nunca fue una flor virgen y, además de proponer una imagen poética muy poderosa, el verso, al igual que el de Storni, utiliza el elemento con el que se le ha impuesto condiciones a su feminidad y las niega, solo hay que recordar todo el peso cultural que han tenido las palabras pureza y virginidad a lo largo de la historia.
Podemos decir que la relación mujer-naturaleza está presente en la obra de estas tres poetas, relación que sirve de pretexto para denunciar algunas injusticias o simplemente expresar lo que es ser mujer latinoamericana. Lo que más llamó mi atención es que las tres tomaron los referentes a la naturaleza como el pretexto idóneo para hablar y negar las condiciones impuestas por la sociedad de lo que se espera que es «lo femenino».