El vestido oscuro
Solo vi un reflejo,
las piedras parecían más livianas
y la neblina menos densa
que la decepción
El trofeo de lo añorado
es un tronco en el sendero
poblado de polillas que consumen
la leve gota de ahínco
¿Cuándo el aire se tornó impuro,
sofocante?
Piedras, más piedras
el león bajo mis pasos
me araña
siempre están sus garras
Mi vestido, siempre negro
no encuentra el amarillo
ni conquista al verde
y más lejano es el rojo
al que evade
mi vestido oscuro
El hilo de oro andariego
La vida dice tanto
cuando yo apenas curso
mi primera infancia
y confusamente
me dicta un alfabeto
que no aprendo
Resulta impredecible
su enseñanza
y el tardío entono
del animado ruiseñor
gorrión sin alas
en el verano invernal
como las hojas
sublimado al vaivén del viento
a sus pasos andariegos
como felino bajo luz nocturna
su ronroneo es la voz que apresa
del sutil canario se deleita
Con esa lánguida mirada
que apenas sostiene
el galope de su bastón
¿pero aún Gaviota en sus mares?
Quiero ser
Tal vez perezca mañana
pero hoy rechazo el fúnebre aposento
no quiero ser ceniza enamorada
ni polvo que solo contamina
Quiero ser
el café colombiano
que estimula los latidos presos en tu pecho
ese alcohol que desquicia tus delirios
o el cannabis
que disloca la verdad de tus días
¿Qué pudiera ser la siembra en una helada o una piedra que transita por el río?
Ser un flamenco
con su pose erguida y podálica
buen fontanero
vierte al molde el diseño
y tal vez
aunque la fuente es gastada y triste
siempre contenga
el agua de las aves
Hijos Caín
Nadie escucha tu exclamo
ni el ritual de tu dolor
Las olas mueven mares
donde perece la impureza
y su arena vuelve virgen
libre del tóxico cariño
de la mano infiel
Infinita es tu gracia
de un aire inmerecido
Te vas
turbada golondrina
vital gota
leona valiosa
No hay pisada que te hiera
ni levante tu sollozo
eres el acero
de la espada en tu castillo
Goliat de la historia
un gendarme por testigo
Son tus hijos los Caínes
de la daga en tu realeza
que hoy derrumban tu dominio
Madre tierra
hiere el declive de tu vida
Me perdí
Perdí mi varita mágica
¿cómo haré para volver el tiempo?
¿cómo, Dios?
Entre mares desquiciados
entre mundos fríos
y hambrientos
Quisiera simplemente aceptarlo
en la ausencia de cordura por ti
¿para qué
si a esto le temía?
(Ni siquiera puedo escribir)
Agria
En mis sueños que antes eran tibia miel
en la humedad de mis deseos
me perdí
Oh, Señor
Mi varita
para volver a cero y recomenzar
Mar sin sal
Estar erguida donde mis pies se posan
sentir el roce de la brisa tibia
No lo sé
¿Viva?
Cuando siento la garra
de esta congoja
desfallece el sentimiento
obra la desesperanza
¿Cuándo seré yo?
Si ese mar de estrellas se apiadara
si la tormenta se llevara su granizo
Soledad, no te aferres
Abrazar la ilusión
solo eso
Cruel marea
tus aguas aquietan
o llévame a lo profundo
y mis penas ahogan
En tu orilla
¿Será posible
en la tierra del temor
en la ausencia de fragilidad
percibir tu perfume
en mi torrente?
¿Es acaso tu resplandor
ángel terrestre
que al deslizar tu mirada
irrumpas agua de manantial
en corrientes tortuosas
y salvajes?
Balsa de mi caudal
acoges hacia un prado verde
con el trinar de cien gorriones
Desplegar las ansias
incubada en tu nicho
en la barrera de la incertidumbre
¿Será posible?
Pastora Almanza Velázquez, originaria de El Dorado, Sinaloa (1975). Especialista en Medicina Familiar por la Universidad Autónoma de Sinaloa. El Instituto Sinaloense de Cultura editó su libro Vestidos Negros (2020), al cual pertenecen estos poemas.