Perfil: Sergio Ceyca

escritor Sergio ceyca de Culiacán Sinaloa fotografía blanco y negro

Semblanza:

Sergio Ceyca (Culiacán, 1990) ha publicado la novela No tendrás perdón (ISIC, 2018) y el libro de cuentos Magia moribunda (Ediciones del Olvido, 2021). Estudió leyes en la Universidad Autónoma de Sinaloa y se ha desempeñado como reportero en diversos medios electrónicos. Participó en el primer Curso-taller para jóvenes creadores de la Fundación para las Letras Mexicanas, con sede en Xalapa; y ha sido beneficiario del Programa de Estímulos para la Creación y el Desarrollo Artístico de Sinaloa durante 2018, así como de la beca de Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, en el periodo 2019-2020. Actualmente forma parte del consejo editorial de Ediciones del Olvido.

Muestra de obra:

Fragmento de “Sacrificio al dios de los sapos”, cuento de Magia moribunda.

La gente de esta ciudad sabe que el agua no es inocente. Aunque lo olvidan la mayor parte del año, a mitad del verano bárbaro los titulares gritan las mismas desgracias: «fallece pareja intentando cruzar arroyo en un Volkswagen»; «un niño es arrastrado corriente abajo», «el lodo toma posesión de las casas de alguna colonia que se construyó cerca de los caudales». El agua siempre busca arrebatarlo todo. Yo, que suelo andar tirado sobre las bancas mientras soy ignorado por los ciudadanos respetables, veo cómo la vida continúa año tras año en espera de aquel sacrificio ante el dueño original de la ciudad, sacrificio que siempre marca el inicio de la estación de las lluvias. ¿Cuál dueño?, se preguntarán. El que arrastra todo corriente abajo, lejos de las montañas, lejos de los ciudadanos, siempre en dirección al océano. Nuestro adorado y mugroso río Tamazula.

Por eso siempre me he mantenido a distancia de la ribera y cuando mi camino se cruzó con esta, no fue porque lo buscara. Tenía un amigo que siempre andaba por el centro, igual que yo: un chico delgado como una lagartija, con lentes (seguramente era nieto de un murciélago porque ni en mis peores borracheras he mirado como él), quién solía sentir que el mundo iba a golpearlo por cualquier flanco. Al principio solo nos saludábamos en la calle. Más bien, yo lo saludaba. Él me sacaba la vuelta. Y poco a poco entendió que yo no quería herirlo; me compartió cigarros, me regaló un refresco, y un día me preguntó si no me había tocado ver gente con máscaras de sapo. Así que yo le dije «Aún no, Ian» (así se llamaba) sabiendo que dejar la información a medias lo orillaría a hacerme algún regalo, no sé, como que me invitara alguna bebida. Y así fue. Estábamos en el quiosco de la plazuela central. Ian corrió a un minisúper; de regreso, antes de darme la botellita de cristal, quiso saber a qué me refería. «Esta es tierra húmeda, una ciudad torcida, donde anidan los Sapos», expliqué con misticismo y, luego, le mostré mis bellos y carcomidos dientes. Me pidió que dejara de burlarme de él. «Es en serio», le dije, «todos los años he visto a los Sapos y no es hasta que el calor está insoportable y aparecen los primeros nubarrones, las cuales nada más amenazan sin cumplir, cuando ellos salen a caminar por el sauna que es el centro de la ciudad. Buscan sacrificios para su dios. Lo ven todo, lo saben todo, han pegado sus ojos a todos los muros posibles». Ian me preguntó si sabía más de ellos. Aunque lo hacía, preferí callar para protegerlo.

  1. ¿Cómo es tu proceso creativo?

Este consiste en muchas cosas. Lo primero es que dejo que las ideas maduren; en ese aspecto muchas de las historias y textos que he escrito en los últimos tres años han iniciado como anotaciones, fragmentos o intentos de poemas en mis cuadernos. Estos últimos son, por así decirlo, parcelas donde voy plantando las ideas, y también escribiendo cosas personales, para que echen raíz. Con el tiempo regreso a alguna idea plantada y la anudo con otra, para ver si funcionan juntas o si se siente como una unión forzada. Poco a poco van armándose textos en base a ese procedimiento.

  • ¿Cuáles son tus principales preocupaciones en la escritura?

No tengo una idea concreta. En inicio el duelo era un asunto muy importante para mí, pero poco a poco me he ido alejando del tema. Últimamente parece entrar otro tema unido al duelo pero que no es el mismo: los vínculos humanos y cómo estos también vienen con un precio; recuerdo mucho el dilema del erizo de Schopenhauer. O, más bien, eso es lo que encuentro a posteriori. Al ir estructurando las ideas e historias intento tener un trabajo más intuitivo que intelectual, y esas relaciones las voy encontrando al revisar y pulir los textos, o al revisitarlos por equis o ye razón. Camino un poco a ciegas, descubriendo a la que me llevan mis escritos. Me he vuelto muy supersticioso en ese aspecto.

  • ¿Qué autores han servido como influencia o modelos para tu obra?

De inicio, Inés Arredondo fue la brújula que me dio un norte de por dónde quería, y por dónde no quería que transitaran mis historias. En su obra hay una búsqueda de utilizar la propia vida como material literario en ficciones que después he encontrado en otros autores como Agota Kristof, Forrough Farrokzhad, Roberto Bolaño, Leopoldo María Panero, el Quijote (porque no he leído lo otro de Cervantes), Eduardo Lizalde, Abigael Bohórquez, Jorge Luis Borges, Roberto Juárroz, Franz Kafka, Carson McCullers, Phillip K. Dick, Fiódor Dostoyevski o David Toscana. También me veo influenciado por la carrera musical y artística de músicos como Nick Cave o Anna von Hausswolff, de bandas como M83 o Diablo Swing Orchestra, o artistas plásticos como Charles Addams, Terry Gilliam, Jan Švankmajer o Guillermo del Toro.   

  • ¿Cuál es tu más reciente libro y sobre qué ejes temáticos y estéticos gira?

Magia moribunda es un libro de cuentos que navegan entre lo sobrenatural y lo social. Estas dos corrientes de relatos, por así decirlo, convergen en uno muy largo llamado “Hacia los negros mares de lo infinito”, sobre un periodista de plativolos que visitó Sinaloa hace un par de décadas y vivió ciertas cosas paranormales, y que al regresar encuentra que los que lo acompañaron no las recuerdan así. Este personaje, por supuesto, está basado en Jaime Maussán. En el caso de los relatos con tintes sobrenaturales, la idea era realizar relatos que se acercaran al gótico en ejecución pero que siempre, en el fondo, parecieran ocultar un hecho atroz; en el caso de los más realistas, buscan evidenciar, también con elementos de literatura de terror, diversas situaciones que viven periodistas o luchadores sociales en su quehacer diario. De alguna manera intenté hacer que los relatos convergieran un poco hacia el terror porque en la adolescencia, entré a la literatura gracias a esos libros (King, Lovecraft, Poe), y por otro porque sentía que era una estética acorde a las cosas que estaban ocurriendo y entrando en el libro. Además, un elemento importante en el libro es el agua y las corrientes, las cuales siempre se encuentran como elemento ominoso o que provoca estragos en las vidas de los personajes.

  • ¿Puedes compartirnos algunos de tus proyectos de escritura en los cuales estés trabajando?

Me encuentro terminando un libro sobre Hermann Kafka, el padre de Franz Kafka, el cual hace unos años me proporcionó la beca de Jóvenes creadores del Fonca (hoy Sistema de Creadores). El libro ha cambiado con los años, ya ni el título es el mismo que tenía a inicios de este año; pero en el fondo sigue representando, un poco, alejarme de los temas de violencia, entrar en otros registros y otras latitudes; y, por encima de todo, poder imaginar otras vidas y otros mundos, alejados de la violencia en la que crecí. Parto de esta idea planteada en Brazil (1984), de Terry Gilliam, de que la imaginación puede ser una forma de escape de la atroz realidad; el cual, además, tiene que ver con el tema quijotesco de poder ver el mundo a cómo uno desea y no a cómo es. Y a ese libro lo han acompañado las lecturas de todo Kafka y biografías de su vida, de la literatura de César López Cuadras y de la David Toscana.

  • ¿Qué temáticas, procedimientos de escritura o autores recientes son de tu interés?

Leo muchas cosas, aunque luego no todas me interesan o motivan tanto. Aunque estén muy bien escritas. Por otro lado, a veces leo libros con muchos problemas narrativos pero que por los temas que abordan, me parecen muy interesantes; es el caso de libros escritos por músicos o personajes del entretenimiento, o escritos sobre ellos, que no necesariamente eran escritores de oficio. Entre estos están Éramos como niños, de Patti Smith, Y el asno vio al ángel de Nick Cave, las memorias de Johnny Cash, los diarios de Kurt Cobain y Cómo ser grosero e influir a los demás, de Lenny Bruce. Hace como dos años todo lo que leí eran libros de esa índole. Pero también me interesan autores contemporáneos: están, por ejemplo, las tres o cuatro novelas que he podido leer de José Luís Peixoto, en especial Libro; algunos ejemplares que leído de Mariana Enríquez, en especial Las cosas que perdimos en el fuego; algunos libros que releído de Haruki Murakami, en especial La caza del carnero salvaje; los que he leído de Cristina Rivera Garza, en especial El mal de la taiga, que quizá no es su libro más conocido pero es el que más me ha maravillado; Nefando de Mónica Ojeda; Puerta al infierno de Stefan Kiesbye, y Diccionario Jázaro, de Milorad Pavić. Por el momento ando en un salto entre leer a autores rusos (acabo de iniciar Anna Karenina y ando maravillado), así como leer todas las novelas de Ian Fleming sobre el agente secreto James Bond.

  • ¿Qué opinión te merece la literatura que actualmente se escribe en Sinaloa?

Me llama la atención cómo van surgiendo otras temáticas y otros imaginarios fuera de los clásicos relacionados a la vida rural, y a las consecuencias de la anomia que se vive en el estado. Me llaman la atención en especial los trabajos de Miguel Tapia y Cristina Rascón, quienes son de una generación encima de mí, a quién no había leído hasta hace poco tiempo, y cuyos libros introducen otras maneras de ver el mundo (en el caso de Miguel desde la novela de aprendizaje, y el de Cristina desde la crónica de viaje) que me hacen pensar que se pueden construir otros ambientes y otras narrativas en Sinaloa que pudieran alterar la narrativa social imperante. Pero en general, casi todas las lecturas de autores sinaloenses contemporáneos que he realizado (en especial Cóbraselo caro de Élmer Mendoza, El libro de nuestras ausencias de Eduardo Ruiz Sosa, y Tu nombre chino, de Juan Esmerio Navarro) me han llevado a repensar y pensar de dónde y hacía dónde quiero que se dirija mi literatura. Pero en estas semanas me he dado cuenta que cada vez conozco menos la dirección que tomará. Que debo dejarme guiar por lo que las historias me piden. Y que eso me ha sentir en paz con mi escritura.

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