Roberto López (Ciudad Victoria, Tamaulipas, 1994). Ganador del I Concurso Nacional de Poesía “Rubén Bonifaz Nuño” (UNAM, 2017) y del XII Certamen Estatal “Altair Tejeda de Tamez” (SET, 2019). Becario del Centro de Escritores de Nuevo León (CONARTE, 2024). Edita la Plana poética: Sol filamento y dirige las Jornadas de Poesía Tamaulipeca. Forma parte de las antologías Jardín de figuras abiertas II (Bitácora de vuelos Ediciones, 2021) y Hay algo, algo urgente que te tengo que decir (Medusa Editores, 2022). Poemas suyos aparecen en Revista de la Universidad de México, Blanco Móvil, Punto de Partida UNAM, Círculo de Poesía y Casapaís. Autor de los libros Donde el cielo desemboca (ALJA, 2018) y Saudade (ITCA, 2019).
Poemas de Nociones de la Luz, libro ganador en poesía del Premio de Literatura Gilberto Owen (2025).
Reflexión de la luz
Hay cuerpos que comienzan con un sí,
como dicen que comenzó el mundo,
cuando una molécula
le dijo sí a otra y nació la vida;
otros que se descubren entre el ruido,
incapaces de reconocer
qué voz sale de qué boca.
Hay cuerpos que comienzan con la sed
y sólo saben ser desde la ausencia.
Cuerpos que sienten
que detenerse es avanzar
y lo hacen por temor a equivocarse.
Hay cuerpos que comienzan
con el vértigo, que son el vértigo.
Y los que no son más que rastros
de reflejos en el agua.
El tuyo comenzaba con la luz.
Piensa en ello.
Piensa en las palmas
de mis manos, en lo lento
que cerrábamos la puerta
para que siguiera el cuarto iluminado.
Piensa en los días
en que todo era posible
y en los astros que llevábamos
por dentro.
Piensa si la falta de deseo era
tan intensa como la pasión.
Piensa.
Piensa en ello.
Primera ley de la reflexión
Pienso en la luz
que cambiaba de dirección
al incidir sobre tu cuerpo.
Pienso en el frío
de la punta de tus pies
y en lo frágiles que fueron las imágenes,
a pesar de cargar la realidad consigo.
Tu pecho brillaba,
como si en lugar de pulso
el resplandor latiera.
Yo creía entonces
estar tocando
el borde vivo de la piel,
pero sólo eran rayos
de luz indefensa
y no nombrada.
Qué importaba la belleza de entender
si la cama destendida
guardaba en su profundidad
nuevos secretos.
Qué importaba vivir
si no dejábamos atrás
el recuerdo de la vida anterior,
como se olvidan las llaves de la casa.
Por lo demás
no debíamos preocuparnos.
Porque no estuvimos al margen,
eso es cierto,
pero habitamos el centro de la luz
hasta llenarlo de símbolos,
de trazos:
palabras en fuga
de extraña simetría.
Inventamos un lenguaje
en las costuras abiertas
de la calma.
Y no dejo de pensar en lo dóciles que fueron
nuestros nombres
y en las palabras que usé para decir:
este es tu corazón, estos tus lunares.
Conoce al ganador del Owen en Narrativa: Kazuki Alberto Ito.
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