Un poema de Arely Jiménez

Los médicos como él no sueñan con nada
eso me dijo
sus sueños eran una neblina blanca
que no acababa de suceder ni de enmendarle la carne
siempre tenía sueño
cuando me despertaba a las siete de la mañana
lo besaba pedirle que me hiciera el amor
Me hacía el amor como los gatos
eso me dijo
yo sólo le había pedido que se viniera adentro
me gustaba su semen
también que lo dejara sobre mi piel y a veces con un dedo
dibujara algo sobre mi vientre
cuando estaba por terminar se metía más y me lastimaba
por eso era como un gato
yo me pegaba a su rostro
percibía cómo gesticulaba sordamente durante el orgasmo
estoy por sangrar la hija que no tuve con él
a la que imaginamos porque aún no tenemos treinta años
y tenemos miedo, amor y ganas de estarnos dentro de nosotros
como se está dentro de una cobija en el invierno
había pensado que si se habría de ir tanto tiempo
a estudiar a leer
y a tratar de no odiar su profesión
quería que se quedara algo de él dentro mío
aunque fuera un poco más de tiempo
aunque no fuera a germinar nada porque estoy enferma
a veces olvida que es médico
y no usa condón ni tampoco se controla

me deja moretones en las piernas
me dejó una vez un moretón en mis labios
los muerde
enreda mis rizos entre sus dedos,
me jala un poco el pelo
me besa los pezones
siento como si su lengua fuese una lija
gimo y él los lame con más fuerza
aplasta mis senos entre sus manos
estimula mi clítoris con tanta urgencia
que entre tanto placer siento dolor
luego de que hacemos el amor
me duele el cuerpo tres días seguidos
él me prescribe con tranquilidad diclofenaco en gel
y no vuelve a mencionar el tema
tampoco le gusta decirme que me quiere
o me extraña
tampoco le gusta que hablemos de sexo
o que yo le diga que quiero que me haga el amor
le incomoda porque sabe que estoy enferma
y hay una mínima posibilidad de embarazarme
y todas las posibilidades importan para los médicos
cuando está adentro de mí no es un médico
cuando está afuera de mí, sí
cuando está adentro me dice al oído
que quisiera formar una familia conmigo
tener una niña con tus rizos, con tu piel y tus ojos
me dijo
también me dijo que adora mi palidez

aunque sea un estrago de la anemia
yo lo abrazo más y lo siento cansarse en mí
moverse afanosamente
entrar más adentro y venirse
me dan ganas de orinar o reír
porque abundan líquidos en mi cuerpo
su sudor que me hace pensar en el mar
su semen que me hace pensar en la leche
y su saliva que me hace pensar en la savia
todo él es agua y me deja empapada
cuando él entra en mí
yo entro al mar y me ahogo
hasta que él se derrumba a mi lado
alguna vez admití que mi aroma preferido era el de su transpiración
no me importaba si no había podido bañarse
por haber estado haciendo guardia toda la noche
y apenas haber salido del hospital para comer
pegaba mi nariz con más fuerza a su piel
y olfateaba el cansancio, la preocupación,
las miradas de sus pacientes,
ese ligero atisbo de látex o alcohol,
una brizna de algodón atorada en su vello corporal…
Entonces lo imaginaba deteniéndose a mitad de la noche
a escuchar la lluvia
o perder la mirada en la luna
acosado por el desvelo de los dolores ajenos.




Arely Jiménez

Escritora, florista en proceso, correctora de estilo y profesora de literatura.



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