Perfil de Leonor Ramírez (narradora)

Semblanza

Leonor Ramírez (Mazatlán, Sinaloa, 1976). En 2018 ganó el Premio Binacional Valladolid a las Letras con la novela Voces en el espejo que fue publicada por Horson Ediciones y presentada en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara ese mismo año. Desde febrero de 2017 y hasta la fecha forma parte de un taller de escritura creativa con Mario González Suárez, también ha trabajado narrativa con Eduardo Antonio Parra, Claudina Domingo, Jaime Mesa, Martín Solares, Mónica Lavín, Miryam Moscona y Ernestina Yépiz. En 2023 comenzó el diplomado Literatura Mexicana: realidad y revelación en Literaria. Su cuento “La mejor amiga” se publicó en una antología llamada “Narradoras indóciles” en la Editorial Madrileña Diwan Magrit.

  1. ¿Cuáles son tus principales preocupaciones en la escritura? Una de mis mayores preocupaciones es la libertad de expresión, desde lo políticamente correcto hasta las regulaciones en boga dependiendo del partido en turno. Un escritor debería poder tocar cualquier tema sin estar al pendiente de la sensibilidad del lector, ni de las modas.
  1. ¿Cómo es tu proceso creativo? Mis lecturas siempre son ventanas abiertas hacia la imaginación, a veces una palabra, una frase poética, un adjetivo me brinca al leer y de ahí se detona una idea, o se recuerda un sueño. Creo que el inconsciente siempre está activo y muchas veces interviene sin que nos demos cuenta. Por lo general hay varias ideas dando vuelta y si tengo suerte, una de esas se deja observar y por ahí comienzo. Hay ocasiones en que simplemente me dejo llevar por lo que esté sintiendo en el momento, ya vendrá el tiempo en el que se tenga que corregir. Lo que es constante en mí es mantenerme receptiva ante la vida para dejar que el narrador en curso pueda fluir y hacer su parte.
  1. ¿Qué autores han servido como influencia o modelos para tu obra? Gabriela Cabezón Cámara, Carl Jung, Fernanda Trías, Joseph Campbell, Rubem Fonseca, Yoko Ogawa, Mircea Cartarescu, por mencionar algunos.
  1. ¿Cuál es tu más reciente libro y sobre qué ejes temáticos y estéticos gira? Cadáver exquisito de Agustina Bazterrica. Es un libro muy interesante que aborda temas de ética en medio de una situación distópica ya que de manera súbita el planeta se ve invadido por un virus letal que ataca a los animales de manera irreversible, razón por la cual terminan sacrificándolos sistemáticamente. Esto lleva al mundo a tomar la decisión drástica de legalizar la cría, reproducción, matanza y procesamiento de carne humana.
  1. ¿Puedes compartirnos algunos de tus proyectos de escritura en los cuales estés trabajando? Actualmente me encuentro terminando un libro de cuentos, reviso con otros dos escritores mi tercera novela a detalle y la cuarta estoy por meterla a un concurso. A mi segunda novela le voy a cambiar el narrador por lo que prácticamente voy a empezar de nuevo a escribirla. Me ha nacido el interés en la poesía, pero no he trabajado mucho en eso, me maravilla y me asusta al mismo tiempo. Siempre he creído que tengo una manera muy atípica de estar en el mundo y la poesía es el apapacho que necesito para sentirme comprendida y segura de que estoy en el camino adecuado.
  1. ¿Qué temáticas, procedimientos de escritura o autores recientes son de tu interés?
    Mariana Enríquez, Cristina Rivera Garza, Fernanda Trías y Gabriela Cabezón Cámara. Me gusta la escritura que trata de romper esquemas, que no sigue la temática impuesta por la editorial, creo que estas chavas están indagando en su interior de forma honesta y con eso nos permiten entrar a universos muy particulares y ricos, desde mi humilde opinión.
  1. ¿Qué opinión te merece la actualidad de la literatura en Sinaloa? Creo que en Sinaloa hay buenos escritores (jóvenes y no tan jóvenes), sin embargo, muchos nos hemos quedado en la periferia. El impacto de la violencia ha invadido gran parte de las historias, no digo que esto sea malo, es nuestro día a día y uno termina escribiendo de lo que sabe (de lo próximo), pero en mi caso, hay un interés egoísta, una búsqueda de sentido que va de la mano de lo que escribo y esto no necesariamente tiene que ver con mi alrededor o con los problemas sociales que imperan en mi ciudad y el estado. También creo que hace falta unión, eventos, apoyo y en algunos casos oficio.

Muestra de obra

Tulipanes para Eugenia

Encontraste el amor cuando ya estabas seca. Hiciste caso omiso de nuestras recomendaciones, lo único que escuchabas era el silbato melancólico del tren que se acercaba. Ese sonido vaporoso te afligía por horas, te volvió miope. ¿Qué te iba a dar el libertino de Raúl que no te hubieran dado ya otros hombres? Recuerdos, lágrimas, penas. Un último intento, dijiste con una sonrisa descreída que nos hizo alzar los ojos al techo. Los límites los debías poner tú, pero caíste en un bucle y la ilusión del amor te deslumbró con un relámpago de dicha que te mostraba solamente lo que tú querías ver. Ni hablar, pensamos las tres, y… te dejamos sola.

Fuimos amigas desde la primaria. Éramos distintas, eso importó hasta la adultez. Después de la universidad nuestras diferencias hicieron mella. Que si una desperdiciaba su vida al quedarse en casa en vez de trabajar para obtener la tan codiciada independencia, si otra era mala madre por pasar diez horas en el negocio mientras sus hijos andaban a la buena de Dios. El tiempo nos fue agriando y optamos por ignorar las diferencias para construir un frente junto con otras dos amigas en común. Cada miércoles nos reuníamos, ¿dónde aventaríamos nuestras frustraciones si no era ahí, en ese impenetrable círculo de confianza?

Tú te divorciaste a tiempo, hasta eso. Creímos que te casarías de nuevo, pero el amor nunca regresó a ti. Tenías descompuesta la brújula, te enredabas con hombres echados a perder mientras navegabas con bandera de empoderada. Jamás te discutimos el hecho de que estar sola tuviera sus ventajas. ¡Si no lo sabríamos nosotras! Por siglos aguantamos las aventuras de nuestros maridos, sus borracheras, el sexo agrio por las mañanas. Con todo y todo, te quisimos, estoy segura que tú también nos quisiste. El amor entre amigas es más puro, no se va de la noche a la mañana. Se queda, resiste.

Me niego a sentirme responsable por lo que te pasó, pero me culpas. Nos culpas. Ni siquiera vale la pena preguntarme si yo en tu lugar habría hecho lo mismo. La emoción es muy mañosa y, como tú mal decías, es mejor confiar en el instinto. Te faltó sentido común. Pero lo común no iba contigo. Tal vez supiste vivir mejor que nosotras. Posiblemente la fugacidad de tus amores era el recordatorio de lo pasajero de la vida. Te lo advertimos. Raúl estaría lejos de coronarse como tu príncipe azul. Sí, te teníamos envidia. Eras la más jodida del grupo, perdona que te lo diga, y ahí andabas desfilando al lado del más guapo, del joven, de un hombre capaz de iluminarte el rostro a ti y a cualquiera. Pero estabas seca. Nadie vive el arrebato del amor a los cincuenta. ¿Por qué te buscó a ti? Porque eras una mujer rota, eso te hacía vulnerable. ¿Y yo qué podría perder?, canturreaste aquel día en que le pusiste fin a un debate perdido.

Desde el inicio del romance nos percatamos de que algo había cambiado en ti. La piel se te veía lustrosa y tersa. Tus alados pasos te hacían flotar con los vestidos. Tus ojos almendrados relampagueaban de gusto. Pero tu pecado fue querer tenerlo para ti sola. Si lo pienso bien, tú nos fallaste primero.

¿Y qué experiencia teníamos nosotras del amor? Éramos un trío de viejas flácidas con un par de hijos cada una y nos manteníamos unidas a nuestros hombres por razones vergonzosas. Eso no era para ti, hablabas pestes del matrimonio en cada reunión. Tan digna, por encima de tus amigas, presta a abrirle las piernas a quien te gustara. Nunca te juzgamos, no frente a ti. Nos volteábamos a ver unas a otras y las frases sobraban. En el aire se sentía nuestra reprobación y envidia. Ser nuestra amiga fue difícil para ti. Era mutuo. Volverse el espejo del otro es complicado y en ti, nosotras vimos oportunidades desvanecerse, falta de coraje, decisiones fallidas.

El mujeriego de tu novio nos embaucó a las cuatro con ese cuerpo perfecto y su cara de artista. Sus palabras de Cyrano nos flecharon y nuestra pobreza espiritual nos hizo la diana perfecta. Ni Edna, estudiada en París, fue inmune a su verbo. Era la feminista de las cuatro y fue la primera que cayó en sus encantos de Casanova. ¿Cómo se atrevió a entregársele? Cada quién sus pecados. A estas alturas de la vida, un pedacito de felicidad no se le niega a nadie. Lo curioso es que cuando el hombre es infiel, ante los demás, parece una encomiable hazaña, mientras que para nosotras es mal visto. Las mujeres tenemos las piernas atadas. Por eso me da gusto que se hayan enredado con él.

Tú sugeriste en más de una ocasión que nos levantáramos en armas, que hiciéramos cualquier cosa con tal de recuperar la chispa de la vida. Hablabas en lenguaje figurado, lo sé. Debes entender que Teresa no quiso dañarte. Se aflojó por el calor de las cubas y porque su marido no la tocaba. Es comprensible. Para cuando le confesó la traición a Armando, su esposo, Raúl ya había huido. ¿Cómo iba a volver el ingrato si Armando alardeó en cada esquina del pueblo que si regresaba lo mataría?

Las cuatro nos bañamos en la misma fuente y enloquecimos de dicha al volvernos a sentir vivas. El calor de sus aguas nos enyerbó. No somos tontas, supimos desde el principio que Raúl sólo nos ofrecería migajas. Inmediatamente nos dimos cuenta, todas, menos tú, de que sus tentáculos deseaban abarcar el arrecife entero. ¿Quién se pondría a celarlo en el otoño de nuestras vidas? Apenas tú. ¿Qué querías demostrarle al mundo? Si eras la primera en repelar que los cuentos de hadas no existen. Sabrá Dios qué aguijón te picó: seguirlo, día y noche, a escondidas. La felicidad no se lleva bien con ataduras, chula, te equivocaste, te fuiste de bruces y se te nubló el cerebro.

Tal vez estás mejor allá. Seguro encontraste la paz en esa soledad infinita. Yo no supe lo que me faltaba hasta que llegar al medio siglo. Pero bueno, dejémonos de tristezas. No sé si allá recibes mis noticias. Si me salvé de habladurías fue porque nadie se enteró de mi desliz, ¿y cómo se iban a enterar si nunca lo tuve?, aunque no fue por mérito propio. Si nadie me señala como la mujer de la Letra escarlata fue porque en el primer flirteo no hicimos nada, no me animé. Mi incompetencia y mis prejuicios pueblerinos me salvaron del embrollo.

Puedo imaginar tu cara, pero sólo digo la verdad. En fin, a mí tu novio apenas me manoseó y parezco adolescente. Bien sabes que yo también estaba seca, las ganas se me habían apagado desde hacía años. Confío en que mi testimonio te llegue. Seguro te desternillarás de risa con mi relato, ¿te acuerdas el día que te critiqué por tus arrebatos? Si no lo haces es por cobarde, no por falta de ganas, me dijiste, y yo de mustia te respondí: “jamás”.

¿Cómo no te percataste de lo evidente? Todas brillábamos por la misma emoción, lubricadas por las palabras de Raúl. Logró que las aguas fluyeran de nuevo, llenó nuestras presas. Eso significaba que las inservibles no éramos nosotras. Nunca fuimos nosotras. Es la vida, el matrimonio, el tiempo, la edad, la maldita menopausia.

Lo malo es que ahora será difícil sacármelo de la cabeza. Me regresaron las ganas como si fuera una quinceañera. Por eso he venido a verte, Eugenia. No quiero molestarte, pero debes saberlo. Entendíamos que ese hombre era tuyo, faltamos a nuestra amistad al caer en la tentación. Yo me esperé hasta que te fueras, querida amiga. Las demás no se atrevieron a venir porque les dio vergüenza. Pero yo soy de las tuyas, Eugenia, este es un asunto donde hay que hacerle caso a la intuición. ¿Para qué odiar al hombre si nos puede dar felicidad?

Estarás de acuerdo en que era injusto, sólo yo me quedé a medias. Raúl creó un universo que nos maravilló desde el primer momento. Lástima que tú te aferraste a la exclusividad. Sé que no debo presionarte para que me descargues de la culpa. Más bien te propongo olvidar los rencores. Dame tu bendición para continuar en el paraíso, lo que me dure. Tu muerte fue mi lección. Con que me envíes una señal basta. Nada más no te me aparezcas en la noche porque lo tomaría como una venganza. Tú solita te acorralaste, tú solita te engañaste. Tú, tan libertaria, al final querías otra vez un marido. Que ahora sí era el adecuado, el único, el irremplazable.

Dudo que estés en una parcela del cielo. Yo rezaré por ti para que mis rosarios te saquen del purgatorio. No sabes las complicaciones y los chismes que causaste por ni haberte dignado siquiera a dejar una carta de despedida. ¿No pensaste en que las tres nos sentiríamos culpables? Quién iba a decirlo, resultaste la más posesiva, la más vengativa. Yo seguiré viniendo a traerte flores, no dejaré de ser tu amiga. Sé que los tulipanes eran tus preferidos, pero con este clima no te van a durar ni media hora.

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Leonor estará participando en la mesa Narrativas mazatlecas en el Museo de Arte de Mazatlán. ¡Les esperamos!

Leonor Ramírez foto escritora narradora Mazatlán

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