Desde siempre me gustaron las historias insólitas. Tal vez por su carácter extraño y desacostumbrado. O bien por su capacidad de narrar sucesos infrecuentes, improbables, imposibles, incluso. Cuando me aburría del mundo encontraba un escape a otros llenos de color o de oscuridad. Así me interesaron textos y películas con retratos de seres sobrenaturales, avances de la ciencia aterradores, personajes atormentados por alguna condición bestial o por un suceso extraordinario.
Cabe preguntarnos cuál es la pertinencia de estos géneros, qué pueden decirnos de nuestra realidad si plasman algo, aparentemente, ajeno a ella: universos regidos por otras reglas, vampiros, un hombre que se convierte en insecto o un monstruo creado a partir de cadáveres. Su importancia radica en lo que menciona Chesterton sobre los cuentos de hadas: “superan la realidad no porque nos digan que los dragones existen, sino porque nos dicen que pueden ser vencidos” (G. K. Chesterton, 1909). Si bien en nuestro mundo no existen los dragones, podemos identificarnos con las historias que nos cuentan. El dragón es aquel problema que nos angustia, ese que parece invencible, pero que, descubrimos, no lo es en realidad.
A pesar de que estos géneros retratan escenarios que pueden parecer muy distintos a los nuestros, nos muestran la realidad a través de metáforas, alegorías y mundos imaginarios. Contribuyen a decir y a ilustrar aquello que difícilmente puede ser dicho de otra forma: las pulsiones, las partes monstruosas del ser y de la sociedad, los peligros de la ciencia, las posibilidades de nuestro mundo y nuestros miedos más primitivos.
Lo insólito se caracteriza por romper los límites establecidos. Su naturaleza transgresora causa una impresión en el lector de extrañeza, miedo o asombro. Sus caminos son más diversos de lo que imaginamos. Me atrevo a decir, incluso, que pudiéramos clasificarlos con base en una escala de extrañeza. Así, partiríamos de los textos extraños, pasando por los fantásticos y concluyendo con los maravillosos.
Para comprender mejor el tipo de historias que albergan estos géneros, mencionaré algunos junto con sus respectivos ejemplos de novelas, cuentos o películas. El género extraño se caracteriza por narrar sucesos posibles, pero poco probables. Claros ejemplos son los cuentos “Simulacros” de Julio Cortázar o “Los crímenes de la calle Morgue” de Edgar Allan Poe. En el primero se cuenta la historia de una familia que construye un patíbulo en el patio de su casa como entretenimiento. Si bien no es imposible que suceda, las probabilidades son muy bajas, pues ¿cuándo hemos visto algo así en la casa de nuestros vecinos? En el segundo cuento, un gorila asesina de forma brutal a dos mujeres en su casa. Como podemos ver, no son historias sobre seres sobrenaturales ni de mundos distintos al nuestro, pero narran sucesos que difícilmente ocurrirán y que nos causan extrañeza e interés.
Por otra parte, la ciencia ficción es un género que hemos visto en numerosas películas, libros y series. Aquí podemos mencionar a los clásicos de la literatura Frankenstein de Mary Shelley y Yo robot de Isaac Asimov. Así como películas icónicas, por ejemplo: 2001: odisea del espacio de Stanley Kubrick, Volver al futuro de Robert Zemeckis, entre otras. La ciencia ficción nos habla de un escenario en el que la ciencia logra grandes avances como robots, viajes en el tiempo o monstruos creados por el hombre. Sin embargo, muchas veces tienen consecuencias devastadoras para los protagonistas o, incluso, para la humanidad.
El género fantástico nos introduce en un mundo real donde, de pronto, surge lo inexplicable. Podemos mencionar a Drácula de Bram Stoker, en donde un ser sobrenatural irrumpe en la vida cotidiana de un hombre común, Jonathan Harker. Por otro lado, en “El huésped” de Amparo Dávila, encontramos a un ser extraño con características bestiales que llega a hospedarse en la casa de la protagonista.
Por su parte, el neofantástico puede ilustrarse con textos como La metamorfosis de Kafka o “Carta a una señorita en París” de Julio Cortázar. En ellos los personajes sufren alguna condición sobrenatural, pero no sienten extrañeza por ella. En el primero, el protagonista se convierte en un monstruoso insecto; mientras que en el texto de Cortázar, vomita conejitos. Ambas historias nos reflejan el sentir de sus personajes hacia el mundo que los rodea, pero de una forma alegórica.
En cuanto al género maravilloso, éste crea mundos distintos al nuestro, seres que no existen ni han existido en nuestra realidad. Aquí encontramos libros, series y películas como los de J. R. R. Tolkien o George R. Martin: El señor de los anillos o los libros que inspiraron la serie Juego de tronos. Estos nos adentran en mundos habitados por elfos, dragones, hadas, gigantes, entre otros seres variopintos.
Como podemos ver, dentro de lo insólito encontramos un abanico de posibilidades, así como historias que nos han acompañado en diferentes formatos como el cine, la literatura o el cómic. Aunque sean géneros alejados de la realidad y lo cotidiano, lo cierto es que podemos identificarnos con las emociones que retratan. Así, en “El huésped” de Dávila encontramos a un ama de casa infeliz con su matrimonio que se enfrenta, no solamente al ser extraordinario que irrumpe en su espacio, sino a su marido. En “Carta a una señorita en París” el protagonista es un ser entrópico que al sumergirse en un espacio ordenado y pulcro no puede evitar el descontrol total.
En la actualidad, existe un amplio catálogo de autores y autoras que han desarrollado y explorado estos géneros. Algunos ejemplos son Mariana Enríquez, Alberto Chimal, Solange Rodríguez, David Roas, Cecilia Eudave, entre otros.
Karen Limón Castillo. Ha participado en eventos culturales como presentaciones de libros, talleres, ponencias y conferencias. Ha sido editora en las revistas digitales Luster Magazine, PLPG News y Timonel. Es licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas por la Universidad Autónoma de Sinaloa y egresada de la maestría en Mercadotecnia Digital por la Universidad Latinoamericana. Realizó en 2019 un intercambio estudiantil en la Universidad de Salamanca.
Arte de María Vez.