La casa que no tenemos
El desamparo de no tener casa, de llegar a una nueva y extrañar la de antes. Ver desde la ventana la soledad del alma, el desasosiego de los otros que se guardan mientras cae la tarde y salir al balcón por oposición, por rechazar la soledad del silencio de la casa. En última instancia, ofrecer el cuerpo como casa, otorgársela al de al lado para que se auxilie.
Así va transcurriendo La sexta casa de Brenda Ríos (ISIC, 2018), este libro de poesía que, poema a poema, nos revela un secreto, una añoranza arraigada de la autora. Luego vienen los flashazos de las escenas familiares, narrados desde la perspectiva de la niña que vive en Brenda Ríos:
Los dientes de la abuela en el vaso de agua
sonríen la forma macabra
mientras esperan la boca que los ajuste
las varias palabras que tenían pensadas cuando nadaban
sin ahogarse.
Y continúan evocando imágenes que van entreverándose con pensamientos profundos, construyendo poemas que hablan del estar de paso en el mundo. La voz lírica de Brenda Ríos es una mujer que observa el tiempo que pasa, que se detiene a extrañar el mar, la fruta fresca, que nos presenta una ciudad como el no hogar, el simple paseo, las miradas que no se encuentran, que en ocasiones ni siquiera se percatan de la existencia del prójimo y nos dice: “La ciudad es un ejercicio de agotamiento”, de una vida que no se vive, sólo se recorre; por eso viene constantemente a ella la necesidad de explicar este nuevo contexto que habita, esta nueva casa:
La ciudad perdió sus orillas. El fuego que alimenta. Quedan puestos callejeros de tripas hirviendo en aceite de dos semanas. Las cantinas que salvan: del olvido, de la memoria, del mirar, están ahí y tienden la mano. La ciudad olvidó definirse. Es una nube sin forma. Un gusano ciego, abultado por tanto alimento, derrochado en su incapacidad de salir de sí mismo.
Esas son las dos constantes abordadas en este libro: por un lado, la ciudad y su bullicio; por el otro, las memorias de la vida de provincia que Brenda Ríos plasma, es decir, la casa como esa huella familiar, esa construcción que guarda la historia. De ahí la recurrente lucha por rehacer la familia en los recuerdos. Las casas se acaban cuando las personas las abandonan, se empolvan y desquebrajan, entonces hay que volver a la infancia, reconstruir todo.
Una casa puede ser trasplantada.
Va.
Vuelve.
Soporta el sol.
Vive gracias al agua y un poco de tierra. Porque hay que hacer tierra.
Hay en este libro despedidas constantes, un quedar en soledad, decirse adiós a una misma porque la casa es ninguna parte. Hasta las maletas son casas compactas que elegimos para irnos y todos, aunque no queramos, somos unos seres sin casa, que nos aferramos a cada espacio habitado como si en realidad fueran parte de nosotros o nosotros parte de ellos.
Porque la casa es eso que anhelamos siempre proteger, que pintamos, decoramos, cada año deseamos otorgarle, sumarle algo nuevo y hermoso, que sea la casa nuestra extensión, el reflejo de que estamos bien, porque una casa es un existo, porque una casa es todo lo que deseamos y nos entristece ser:
Los que no tenemos casa, los que nunca hemos tenido casa nos vestimos con todos los colores, no nos gusta que nos miren en blanco y negro; arrojamos centavos en las fuentes pero olvidamos después tantos deseos incumplidos… los parques, las iglesias, las glorietas arboladas son nuestros lugares favoritos, también el mar pero está lejos y uno tiene que quedarse cerca por cualquier cosa, por si llueve, por si hace calor, hay que estar disponible: la casa que no tenemos, que nunca hemos tenido, puede que se caiga sobre nosotros y hay que estar preparados.
Después de leer a Brenda Ríos ahora me pregunto una y otra vez: ¿cuántas casas habrá a lo largo de nuestras vidas? Y ninguna nos pertenece.
Brenda Ríos. Poeta, ensayista y traductora. Premio Nacional de Poesía Ignacio Manuel Altamirano 2013. Beneficiaria del Programa de Residencias Artísticas Sacatar, Brasil (2019). Premio Estatal de Poesía María Luisa Ocampo 2018, otorgado por el Gobierno del Estado de Guerrero. Entre sus libros destacan Empacados al vacío: ensayos sobre nada, Escenas del jardín, Aspiraciones de la clase media, La sexta casa, Raras. Ensayos sobre el amor, lo femenino, la voluntad creadora y La luz artificial de las cosas.
Lizet Norzagaray. Estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Autónoma de Sinaloa. Actriz y dramaturga. Fue becaria PECDAS (2016-2017) en el área de teatro, proyecto del que se desprende su primer libro Ventanas desaparecidas (2018). También obtuvo la beca de Manutención para asistir a la 39 Muestra Nacional de Teatro llevada a cabo en la CDMX. Otros de sus textos aparecen en las antologías Álbum Negro. Narrativa sinaloense de ficción y Conversaciones en el umbral. Muestra de escritoras jóvenes sinaloenses.
Arte de María Vez